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Shōyō sabía que Tobio tenía razón.

Su familia lo había exiliado una vez, obviamente podrían hacerlo de nuevo.

Claro que lo sabía, maldita sea. Entonces, ¿por qué estaba dudando en volver a su antigua manada?

Por un lado, comprometerse con su amigo de la infancia no sonaba tan mal. Atsumu y él se conocían desde que eran unos cachorros y jugaban a morderse las colas en aquellos días de niñez.

Además de que, si Shōyō tuviese que ser sincero, Atsumu se le hacía bastante atractivo. El tiempo había hecho lo suyo y el chico había crecido hasta convertirse en un alfa fuerte, y el menor de los Hinata ya no podía ver a aquel cachorro con el que había crecido.

Ese alfa no era un mal partido.

Sin embargo, por otro lado estaba Tobio. Su lado animal estaba en desacuerdo con aceptar a otro alfa que no fuera ese lobo, pero el lado humano no lograba entender la razón de su obsesión.

Sí, el chico les había salvado, pero tampoco era la persona más amable del mundo. Era malhumorado, demasiado terco y se negaba a hablar sobre sí mismo. Shōyō había aceptado emparejarse con él, aún cuando no sabía nada acerca de él.

Era practicamente un desconocido y era aquello lo que le hacía dudar de su decisión.

Recordó aquella noche en la cueva, cuando Tobio le cuidó y ayudó a que su fiebre bajara, y aunque le había dicho que lo hubiera hecho por cualquiera, Kōshi le había negado eso.

La acción de Tobio había sido exclusiva para él.

Tobio Kageyama también era un buen chico.

Hinata frunció sus labios al pensar en el entusiasmo con el que había reaccionado ante el nombre del otro lobo. Si bien la relación que tenía con el pelinegro era una mentira, él mismo había dicho que quería enamorarse de Kageyama y que quería saber más de él.

Y realmente sentía que quería hacerlo.

No podía romper su propia palabra hacia él.

—Tengo que ir a buscarlo —Anunció mientras se ponía de pie.

—Shōyō, espera —Su hermana le detuvo.

Ambos rubios no comprendían porqué su hermano menor se aferraba tanto a aquel lobo que acababa de conocer y que se mostraba demasiado hostil con ellos, e incluso con él que se supone que era su pareja.

—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —Cuestionó Kei, sin levantarse del asiento. Al no obtener una respuesta, prosiguió— Es cierto que si una vez papá te echó de la manada, puede hacerlo de nuevo, pero nosotros no lo permitiríamos esta vez.

Si bien el mayor de los hermanos Hinata era un chico que pocas veces se preocupaba por el resto, sin embargo, cuando se trataba de sus hermanos, él realmente era sobreprotector.

Se culpaba a sí mismo por no haber hecho nada el día que Shōyō fue desterrado de la manada, es por eso que había ido a buscarlo con su hermana.

—Me gustaría que las cosas fuera distintas —Finalmente habló el chico de cabello anaranjado, mirando a sus hermanos con una pequeña sonrisa en sus labios— Si no fuera infértil nunca tendríamos que habernos alejado, pero tampoco hubiese conocido a Kageyama.

Sí, no hubiese conocido a ese idiota de bellos ojos azules y de un temperamento difícil.

Quizás Shōyō se sentía un poco agradecido de ser un omega infértil.

—Yo ya no pertenezco a la manada de lobos del sur, mi lugar ahora es aquí...con Tobio.

Al ver que aquellos ojos marrones lo único que transmitían era determinación, Kei y Hitoka entendieron que no podrían hacer que Shōyō cambiase de opinión.

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⏰ Última actualización: Jul 22 ⏰

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El cachorro que trajo el invierno [KageHina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora