Capitulo 5

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Nos encontramos en una especie de cocina con los guardias, con varios personales que posan sus miradas en mí, como si quisieran saber de dónde he salido

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Nos encontramos en una especie de cocina con los guardias, con varios personales que posan sus miradas en mí, como si quisieran saber de dónde he salido. Guardia uno decide ir a avisar al príncipe de mi llegada, mientras que junto al guardia dos decidimos alimentarnos, pues el hambre que tenemos es impresionante.

Al cabo de un rato, Ferrer ingresa al recinto de manera apresurada, desesperado me toma en un abrazo, para luego con sus manos tomar mi rostro, y darme un beso en la frente. Mi yo enfadado lo empuja para alejarlo, acto que el ignora, pero para los demás no pasa desapercibido.

—¿Qué crees que haces? —cuestiono en un susurro, con vergüenza ante tantos ojos sobre mí.

—¿No te han hecho daño? —pregunta, ignorando la mía, dando un vistazo a todo mi cuerpo—. ¡Tú! —señala a una de las mujeres que creo es una doncella—. Prepara el baño para la señorita. Serás su doncella de ahora en adelante.

Finaliza, saliendo del lugar, y dejándome ahí, en medio de personas que no tengo idea de quienes son.

—Hola —saludo a todos, volviéndome a sentar donde se encuentra la comida—. Soy Dahia Rochet —me presento, el guardia me da un apretón en el hombro—, y estoy aquí porque —guardo silencio—. Realmente no sé porque estoy aquí, pero esta comida está deliciosa.

Todos en el lugar ríen ante mi comentario hasta que aparece la mujer al que Ferrer le mando a prepararme un baño.

—Ya está su baño señorita —avisa—. Su majestad lo espera en la escalera.

—Ve —me alienta el guardia, al notarme rígida en mi lugar—. Todo estará bien.

Con dudas salgo del lugar, despidiéndome de todos, vislumbro a Ferrer al pie de las escaleras, que cuando me ve me hace una señal con las manos para que avance.

—¿Qué crees que haces? Sabes que no debo estar aquí —manifiesto

—Te traigo a mi lado —dice como sin nada—. Te dije que te quería a mi lado cuando asumiera el trono.

—Entonces se te ocurre la brillante idea de secuestrarme —mascullo—. Esta mal lo que haces, no puedes privarme de mi libertad.

—Si puedo. Soy el príncipe, aquí serás muy feliz —dice cuando nos detenemos frente a una puerta, que es abierta por uno de los guardias que custodian el pasillo—. Esta será tu habitación de hoy en más, serás como la señora de la casa, tendrás derechos, pero nada de obligaciones, porque para eso estaré yo. —Toma mis mejillas—. Sé que estas asustada con esta situación, pero pondré el mundo a tus pies si me lo permites.

—Yo solo necesito mi libertad, y reteniéndome en contra de mi voluntad, no la obtendré —confieso.

—Pues te aguantaras, no tienes autorización para salir fuera de este palacio —sentencia, y yo no entiendo ¿Cómo puede dar un giro drástico de esta magnitud mi vida? — Ahora entra a descansar, que mañana tendrás que conocer a mis padres.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora