Los días transcurren lento y con ella mi agonía va en aumento por culpa de este encierro. Ferrer me ha dado la libertad de al menos caminar por los jardines, me distrae, claro está; sin embargo, no es suficiente para mí, necesito ir más lejos, entrenar para no perder el ritmo, pero como por el momento eso es imposible, me quedo aquí con las ganas.
Cada noche, acostada en mi cama, en medio de la oscuridad, con la soledad de compañía; me pierdo en mis pensamientos, en mis recuerdos, vislumbrando lo que fue mi vida, las risas en mis días, los abrazos de Gregor, los consejos de papá, la sonrisa de mamá. Ésta última solo utilizaba una máscara de madre ejemplar ante los ojos de todos.
Extraño la vida que llevaba; y maldita sea, que no haría por solo volver a ser la insulsa plebeya solterona a estar encerrada aquí por los caprichos de un tonto príncipe egoísta.
—¿Crees que el intento de príncipe me permita adentrarme al bosque? —consulto a los guardias que se han vuelto mis únicos amigos, aparte de Lara y su madre.
P—ara ser franco, dudo mucho que su majestad lo permita —murmura—, pero al menos hemos avanzado, ya te permite respirar aire libre. El jardín ha quedado hermoso desde que le brindas el cuidado que merecen.
—No me conformo, pero tienes razón, al menos avanzamos —expongo—. Quiero volver a entrenar, no nací para ser una damita y tomar té como una.
Estoy frustrada, restregando mis manos por mi rostro.
Me pongo de pie de repente, bajo la atenta mirada de ambos hombres, quienes me observan extrañado por mi impulso. Me adentro al palacio buscando al hombre que se pasó acosándome todo este tiempo creyendo que con eso lograría recuperar lo nuestro. Sus palabras cursis ya no funcionan en mí.
Soy un desastre quizás, pero soy mujer, una mujer perfectamente imperfecta; no guardo silencio ante lo incorrecto, soy intensa cuando quiero algo y muy caprichosa y lo mejor es que no entiendo de términos medios, soy de todo y nada. Y él efectivamente no supo aprovechar todo lo que le di y lo perdió y con ese simple hecho no merece nada mas de mí, aunque me ruegue. Pero lo cierto es que cada vez siento que estoy muriendo. Estoy caminando por los pasillos sin vida, como un alma en pena sufriendo.
Cuando por fin lo encuentro, me quedo estática en mi lugar observando al hombre que se encuentra de espalda. Estoy segura que es el mismo sujeto de aquella cena, aquel sujeto que llamo mi atención, pero a quien no pude ver bien su rostro. Ferrer al darse cuenta de mi presencia, con la mirada ordena a ambos sujetos que me custodian escoltarme a la salida. Alonso me pide suplicante que lo siga y yo sin entender nada, obedezco. No obstante, la curiosidad me gana y volteo para volver a verlo, pero ya no están.
—¿Por qué me escoltan a mi habitación si aún no se hizo de noche? —pregunto al darme cuenta la dirección que tomamos.
—Ordenes de su majestad, señorita —responde.
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La Elegida del Rey
Historical FictionEn una época donde las mujeres no tienen derecho pero no son menos importantes. Ella se muestra diferente ante el pueblo, independiente, audaz, valiente, fuerte. Dahia no busca un esposo para ser feliz, pero en su camino a la independencia se ve env...