DAHIA ROCHET
Sujete con fuerza las varas de hierro que servían como impedimento para huir. Mi padre se veía irreconocible con los harapos que cubrían parte de su cuerpo, sucio; el cabello lo tenía largo y visiblemente sucios y enredados como nidos de pájaros. La preocupación invadió mucho más mi cuerpo al verlo tan delgado. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Ferrer lo encerró? De ser eso verdad, jamás se lo voy a perdonar.
—Padre. —Vuelvo a llamarlo, con la voz un poco rota. Él se encuentra al igual que yo, queriendo atravesar la maldita reja.
—¿Qué haces aquí? —inquiere.
—La misma pregunta te lo hago yo. ¿Qué haces aquí? —Me alejo de la vara y empiezo a caminar de un lado a otro. Lo vuelvo a mirar—. ¿Desde cuándo estas aquí?
Mi mente empieza a crear historias, a buscar cabos y atarlos entre sí. Mi padre no tiene esa apariencia por estar dos días en esta oscura celda, es lógico que ha estado más tiempo. ¡Maldita sea, Ferrer! ¿De cuantas maneras piensas destruirme?
—¿Te hizo algo el príncipe? —interroga, ignorando por mucho mi pregunta.
—No, pero
—¿Por qué estás aquí?
—Es una historia larga, ahora me preocupas tú, por qué estás aquí. Tu salud, todo. —Suspiro—. Fue Ferrer ¿Verdad? Obvio que sería él. ¿Quién más sino? ¿O fue su madre? Esa maldita mujer, nos engañó todo.
—Tú debes salir de aquí primero —responde.
—No —refuto de inmediato—. Lo único que me mantenía aquí eras tú. —Sin resistirlo más, las lágrimas empiezan a derramarse por mis mejillas—. Creí que estabas molesto. ¿Sabes que yo no quise venir aquí? ¿Me crees verdad?
—Hija ¿Quién te hizo creer que yo aceptaría tan fácilmente que vendrías por voluntad propia? Sabía que algo pasó, pero cuando quise indagar e insistía e insistía, y de un día para otro terminé aquí.
—Mamá mamá me entregó.
—No sabes cómo me arrepiento de salir ese día. —Me enderezo y seco mis lágrimas con brusquedad, no puedo seguir llorando, me lo he prometido.
—Tú no tienes la culpa, ella fue quien olvidó sus principios.
—Tú hermano murió —dice al rato de guardar silencio—. Eso me pesa mucho el corazón.
Yo niego y le hago señas, pues no quisiera que ellos supieran que está vivo, presiento que las paredes escuchan, y al parecer él lo entiende.
Sonríe.
—Bianci y su esposo están muertos, ejecutados por la Reina —le confieso desde mi celda, un poco rota al recordar la noticia, y por el rostro de mi padre caigo en cuenta que no estaba enterado—. Ella había solicitado salir de este Reino corrupto.
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La Elegida del Rey
Historical FictionEn una época donde las mujeres no tienen derecho pero no son menos importantes. Ella se muestra diferente ante el pueblo, independiente, audaz, valiente, fuerte. Dahia no busca un esposo para ser feliz, pero en su camino a la independencia se ve env...