Capítulo 12

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Una vez en el palacio, nos adentramos hasta el comedor, donde se encuentra mi madre, ya cenando

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Una vez en el palacio, nos adentramos hasta el comedor, donde se encuentra mi madre, ya cenando.

—Disculpa la demora, madre —emito mis disculpas solo a ella.

—¿Cómo les fue en su recorrido? —pregunta curiosa.

—Déjame informarte que tu hijo posiblemente cortejará a una dama, guerrera —informa mi tío.

¿Qué le pasa a este anciano?

—¿De qué hablas? Yo no cortejare a nadie —aviso, antes de explotar en ira.

—Explíquenme —pide mi madre, tan dulce que empalaga.

—Ni se te ocurra, Roberts. —Lo amenazo con el dedo índice—. Ya pareces una vieja chismosa.

Se encoje de hombros.

—Tú hijo miraba a la mujer, quien se encontraba desnuda en el manantial. —Lo dice tan rápido que solo cerré los ojos esperando el reproche de mi madre. Viejo chismoso.

El comedor se vuelve silencioso, abro los ojos y observo a los dos mirándome con una sonrisa contenida en el rostro, hasta que estallan en carcajadas. Esto es vergonzoso, siento mi rostro arder de la vergüenza, y no sé porque, me considero la persona más abierta en estos temas, sin embargo, frente a mi madre no sé cómo reaccionar. Ella puede ser la mujer más dulce, y también una fiera para enseñarte modales.

—Está mal lo que hiciste, debes respetar el espacio de las mujeres, pero en estos momentos, me dio risa tu rostro —comenta, para volver su vista al plato. Ellos tambien tienen el rostro colorado, pero de tanto reír.

—No fue por que quise, ella estaba nadando —explico, mientras intento ingerir.

—Entonces tu decidiste quedarte a cuidar que no aparezca algún cocodrilo a comerla —interviene mi tío.

—Puedes callarte.

—Aunque tú eres más peligroso —menciona tocándose la barbilla.

—Puedes cerrar la boca de una maldita vez. —Mi madre no resiste, y empieza a reír. La miro extrañado ante su comportamiento. Esperaba cualquier reclamo por mi comportamiento, pero nada, solo le causó gracia.

—Será perfecta como nuera. —Basta, eso sí que no.

¿Acaso no la han visto? Es tan simplona, común y desaliñada. ¿Cómo podría alguien como ella convertirse en una reina?

—Dejen de emparejarme con cualquier mujer que crean conveniente. No soy un animal —sentencio, ya enojado. Me levanto de la mesa y me alejo del lugar, mientras escucho la risa de ambos haciendo eco a mis espaldas.

Son unos traidores, payasos. ¿Cómo se les ocurre pensar que andaría con una nadie? Si quería eso seguiría con Maga. Es tonto.

Es malditamente tan común, que estando a mi lado sería un amigo más con esas fachas que se trae. Sería una vergüenza para el reino tener una esposa como esa mujer, de pechos firmes, piel blanca como la nieve, y a simple vista se ven suaves, que quisiera sentirlos.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora