Capítulo 18

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DAHIA ROCHET

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DAHIA ROCHET.

Planear.

La tarea más difícil cuando no encuentras una salida en un castillo rodeado de custodios. Sin embargo, no me era imposible aquello, ya que había encontrado una forma con ayuda de Lara, quien a su vez se encontraba feliz por la huida de Carmen.

Me pregunto, ¿cómo estará en ese reino desconocido? Dudo mucho que se encuentro en un mal estado. El Rey es conocido ciertamente por su carácter regio; no obstante, tiene aires de cumplir su palabra.

Me pongo de pie y camino hacia el guardarropa empezando a observar todos los vestidos que tengo allí, rebusco alguna de color claro y sonrío, pues el sastre ya conoce mis gustos tanto que todo son de mi estilo, no muy llamativos ni pomposos como los que están de moda.

Elijo uno en color crema, casi blanco, con mangas caídas. Lleva una capa pegada en los hombros sujetos con un tipo de prendedores color plata. Del mismo color tiene bordados de líneas rusticas y florecillas en el pecho y mangas, de manera que se ve sumamente elegante. Era cerrado hasta el cuello por lo que una gargantilla no era necesario colocármelo, pero si, una serie de anillos y aretes.

Lara me avisa que el agua ya se encuentra lista; asiento mientras dejo la prenda extendida sobre la cama.

Al principio pensé que volvería al calabozo después del baile, especialmente con la repentina desaparición de Carmen; sin embargo, eso no sucedió. Al contrario de lo que esperaba, me escoltaron hasta aquí, mientras que a su vez ordenaba a otros hombres la búsqueda incesante del paradero de mi amiga.

Tuve que fingir preocupación para que no sospecharan nada y a la vez tuve que contener una carcajada con mucho esfuerzo, pues era encantador verlo molesto.

En otras circunstancias quizás sentiría pena, pero en esta ocasión sólo siento por todas las barbaridades que nos hizo pasar para sentirse poderoso y me lleva a la conclusión de que siento una cierta satisfacción ver su frustración.

Un gemido de placer sale de mi boca al tener contacto con el agua. Relajante. Palabra que se acerca a esta sensación.

—¿Qué hora es?

—Aproximadamente las ocho, mi lady.

—Deja de llamarme así, Lara.

—Lo siento —susurra—, es que estoy obligada a hacerlo.

—Entiendo.

Dejo de insistir y me concentro en llevar a cabo mi plan de escape. Salgo del agua con ayuda de mi doncella; seco mi cuerpo para posteriormente vestirme con aquel vestido, que debo admitir, me hace lucir poderosa. La tela marca a la perfección mi cintura que de cierta forma se ve pequeña.

La doncella me facilita unos anillos y aunque dudo un poco en colocármelo, finalmente lo hago, sintiendo el frio metal tocar mi piel.

Suelto un sonoro suspiro rogando que todo salga bien. Asiento en dirección a Lara y el plan inicia.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora