Capítulo 13

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DAHIA ROCHET

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DAHIA ROCHET

Enterarme de la muerte de Bianci, de su esposo y seguido de su hijo aun no nacido me ha dejado sin consuelo. Siento el corazón estrujado, sin ganas de latir, sin ganas de seguir. Han manchado mi nombre reteniéndome aquí, me han arrebatado la libertad que poseída adueñándose de mi vida y no conforme con eso, han matado a mi hermana.

—¡Muéranse, maldita sea, los maldigo! —exclamo a gritos, ahogándome en llanto postrada en el piso de mi habitación.

Dicen que todos tenemos un lado oscuro en la vida, pero yo, yo necesito sacar al diablo que tengo resguardado en mi interior para calcinarlos a todos a mi paso.

Son basuras que no merecen reinar, porque solo destruyen. Destruyen mi vida, destruyeron mi familia, destruyen su pueblo, o la palabra más obvia sería, que elimina su pueblo por cosas tan estúpidas.

Siento unos pasos a mi lado, son Carmen y Lara, quienes se ponen de cuclillas para abrazarme.

—Mataron a mi amiga —musito hipeando—. Mataron a su familia chicas. Mataron a un bebe pequeñito. ¿Por qué hacen eso?

—Shh, tranquila. —Me dice una de las chicas.

—No puedo estar tranquila. Los mataron ¿Y por qué? —Me pongo recta para mirarlas—. Solo porque su esposo no podía ser un cadete de este corrupto reino.

—Esto es injusto, pero debes mantenerte fuerte —susurra Carmen con los ojos acuosos.

—Claro que es injusto. Tenían un bebe. Un pequeñito bebe creciendo en su vientre —hablo haciendo una seña con mis manos, simulando un bebe pequeño—. Y ellos no le dieron la oportunidad de conocer el mundo.

—¡Ay, amiga! Lo siento tanto, te juro que me duele verte de esta manera. —Lara me abraza mientras yo vuelvo a hundirme en las lágrimas que caen de mis ojos.

—Quiero matarlos —confieso, en medio de mi dolor—. Mi madre también es malvada. No dijo nada, solo se calló, como la cobarde que es.

—Tranquila, todo va a mejorar —susurra Carmen, cuando en ese instante ingresa Ferrer junto con mi madre. Las chicas deciden ponerse de pie para alejarse, en cambio Alonso, está en alerta por cualquier cosa, me confesó que mandaron a matar a Beltrán después de lo sucedido, pero que gracias a los infiltrados ya se encuentra a salvo en el reino de Grenefeld.

—¿Qué quieren? —pregunto poniéndome también de pie, a la defensiva.

—Te ves horrible —masculla mi madre, como si eso fuese importante en estos momentos.

—Eres tan cínica. —La miro directo a los ojos—. ¡Era como tu hija! —grito, pensando que de esa forma podría hacer funcionar un poco su cabeza—. No mereces ser una Rochet.

Mis palabras al parecer la golpearon, su mirada se vuelve por un segundo triste, pero rápidamente parpadea y se vuelven fríos, capaces de congelarte en tu sitio.

La Elegida del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora