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El corazón me latía con fuerza, iba tan rápido que podía sentirlo ahogarse en sí mismo, bombeando sangre tanto como podía para preocuparse de todas las emociones que estaba conteniendo en ese momento, volviéndose loco. 

El mundo se detenía, las personas desaparecían, los sonidos dejaban de ser notorios para mí, la temperatura no importaba, no había más lluvia afuera, tampoco mis ganas de volver a casa o meterme a una ducha caliente, porque en este mismo momento mi cuerpo ya lo estaba. Era preso de un calor infernal que me recorría todo el cuerpo, carcomía cada parte de mi ser y estaba disfrutándolo totalmente. Solo éramos Jimin, yo y estas enormes ganas de devorarnos.

Mis labios disfrutaban de los suyos, que como lo imaginé, realmente era todo un festín celestial el besarlos. Siendo hinchados y con ese lenguaje agresivo, tenía magia para calentarme con esos sencillos movimientos de su lengua, con pequeñas mordidas, sus labios succionando el mío y los jadeos que salían de ambos.

─¿Estás seguro? ─le escuché en murmullos, preguntaba aún si yo me había lanzado a él para besarlo.

─Sí, por favor.

Mis manos no perdían el intentar desnudarlo, y lo sentí titubear, como si de repente estuviera muy nervioso por eso. Aunque, mandó todo a la mierda liberando esa pálida piel de la innecesaria cárcel de tela.

Mis pantalones decoraron el suelo junto con su ropa y poco nos importó si seguía mojada haciendo un charco en el suelo, tampoco estaba preocupado por mi mano dislocada, el dolor de ella pasó a segundo plano cuando el calor recorrió mi piel y su intensidad estaba marcada en cada movimiento.

Sus dedos de artista sostenían con firmeza mi cintura, un agarre fuerte que me hizo temblar cuando me acercó más a su cuerpo para comenzar a caminar, empujándome hacia atrás con su cuerpo. Obligándolo a girarse para caer sentado, moviéndome a estar sobre sus piernas, sosteniéndome de sus hombros, mis dedos enterrándose en su piel como podían cuando sus labios dejaron los míos para besar y morder sin ningún tipo de piedad mi cuello y clavículas.  

Sentí sus manos tomar mi culo, estrujarlo con poderío, logrando que de entre mis belfos huyeran sin control silenciosos gemidos y me animaba a moverme por sobre la creciente erección debajo de sus calzoncillos. Tentando a perder la cordura.

Si es que aún me quedaba.

Estaba duro, por el roce entre nuestros cuerpos, por sus manos calientes, por su tacto poderoso, por la forma en la que estaba marcando la piel de mis hombros, por esta abrumadora niebla que me anonadaba la mente.

¿Era porque hace tiempo no lo había hecho?

¿Es porque es él?

Su mano bajó la orilla de mi ropa interior, hasta tener piel con piel y venda, su dedo acariciaba mi punto pecaminosamente lento. Jugaba con él, adentrándolo, excitándome mucho más y apoyé mi frente en su hombro al no poder con ello. Porque estaba abusando de ese punto, aprovechándose a meter un dígito más, para jugar con ambos dentro de mí, mortificándome.

Salía y entraba, siendo cada vez más rápido, mi mano tomaba la suya, pero poco le importaba que mis dedos se aferraban a su muñeca queriendo evitar el abuso. Su mano sacaba el agarre para continuar con él y me sentía completamente listo para tomarlo, dándome cuenta de que no podía decidir aquello.

─Estoy, ya ─dije.

─No ─escuché de él. Su voz era autoritaria ─, yo decidiré eso.

Sí, era posible estar más encendido.

Mis labios buscaron los suyos otra vez, recibiendome con un calor abrazador y una agresividad brusca que me hizo estar falto de aire. Recuperandolo en una estocada enorme al cargarme para subir un poco más a la cama y estando lo suficientemente cómodo para apoyarnos adecuadamente, bajó lo suficiente su ropa interior, liberando su falo erecto, provocando que mi labio inferior fuera prisionero de mis dientes.

Go away, save me | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora