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Mi respiración era lenta, pausada y sentía la comezón en la garganta porque quería toser, por lo que mantuve la calma, distrayendo mi mente en el que mis ojos comenzaron a abrirse poco a poco, aunque quisiera dormir y me pesaran demasiado. Era como si de mis pestañas colgaran pesas de quinientos kilos en cada una.

Aún así, quería comprobar mi soledad.

En mi frente descansaba el paño húmedo, se sentía fresco en mi caliente piel y estaba cómodo, tenía mi cuerpo completamente estirado como si hubiera muerto y podría pensar aquello ya que sentía demasiado frío. Estaba sudando, lo notaba en mi cuello, en mis costillas, mis muslos, en varias zonas de mi cuerpo que alertaban me encontraba peor que antes de dormir de nuevo.

No me parecía raro.

Y entre pestañas, con mucha fuerza de voluntad, pude ver a un distraído Jimin mirando su celular con ojos cansados, además del pequeño recipiente descansando a un lado de mis caderas. Park recargaba su mejilla en su mano, su pierna no dejaba de moverse y lucia demasiado bonito, intranquilo.

─Sigues aquí ─solté, no se asustó, despegó sus ojos del celular en un parpadeo para llenarme de esa mirada intensa. Esa mirada que intimidaba por ser tan llena de ese "algo" ─. Creí que ya no estarías.

Mi voz sonaba ronca, rasposa, como si exigiera una gota de agua, gritaba por ella en silencio.

─No podía irme ─escucho de él, viendo como bloquea su celular y lo baja contra su muslo derecho, el que no tiembla ─. Pareces estar peor y está nevando bastante afuera.

Quise moverme, llevar mis ojos a la ventana, verificar que la nieve cayera por ella y aunque había casi la misma luz por el cielo nublado, decidí confiar en Jimin y cerrar mi ojos. No deseaba pensar en el tiempo que restaba hasta que mi amigo tuviera que partir de mi casa y dejarme solo otra vez con mi terrible resfriado.

No porque me sintiera solo.

Era porque quería tenerlo más tiempo para mi, en mi casa, encerrado en mi lugar.

─Si está nevando afuera y es la primera nevada... ─comienzó a decir ─, estás aquí, conmigo, tú y yo.

─¿Qué cosas raras andas diciendo?

─Ya sabes ─carraspeé ─, la primera nevada ─levanté ambas cejas, aunque poco pudiera verse por el paño ─. No me digas que no me entiendes.

─Sería estando a fuera, ambos estamos dentro. Así que, no aplica.

─¡Entonces si me entiendes, pero te haces el loco!

─Tienes la voz ronca, no me agrada. Creo que debes ir a un puto hospital. Cuando te quedaste dormido pensé que habías muerto y me culparian de asesinato ─cambió de tema.

─Es normal, siempre que me enfermo me da con todo porque no suelo enfermarme mucho. Si estoy así es porque mañana estaré como si nada.

Entre pestañas lo vi asentir, desviando su mirada por mi habitación y quería que prestara atención a cada detalle como para preguntarme, por más que fuera yo el que siempre hablaba y tuviera la confianza necesaria pera contarle de todo, necesitaba escuchar su voz para sentirme más sano. Tener una conversación con él en este silencio frío lleno de papeles moquientos, paños húmedos, cobijas delgadas y respiraciones lentas.

Quería que me preguntara o hablara de ayer, de como nos devoramos los labios, de porque me lancé a él, de la forma tan caliente en la que nos unimos y su salvaje poderío sobre mi cuerpo que me hizo llegar como nunca antes. Quería que me preguntara por el cariñoso beso que le robé antes de salir de mi habitación, que incluso me pidiera ahora volver a unir nuestros labios aún si estaba enfermo o me regañara por besarlo con ese mismo hecho, que la excusa fuera mi resfriado y no que le gustara físicamente.

Go away, save me | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora