Los siguientes días pasaron como un rayo llegando a la tierra y supe de ello tal cual como el sonido del trueno, haciéndome consciencia cuando el impacto, el daño, ya estaba hecho.
Pocas fueron las veces que pude reunirme con Jimin en la cafetería -al principio del caos-, avisando de mi ausencia tras moverme a la biblioteca y, de igual forma, anunciar mi desaparición de esa misma sección al necesitar salir pronto de la universidad para recaudar datos, corregir tareas, explorar lugares de urgencia con otros compañeros. Lo extrañaba muchísimo y pronto él también llegó a ocuparse, mucho más que antes, con trabajos más laboriosos de los que recibía foto cada tanto. De hecho, el contacto que podíamos tener entre nosotros, era por mensaje. La clase que compartíamos dejamos de recibirla tras la licencia de maternidad que tuvo nuestra profesora y no teníamos un suplente, por lo que no había excusa para vernos, aunque quisiéramos reunirnos en ese periodo de tiempo, los dos aprovechábamos la ausencia de esa clase para nuestros trabajos.
Quise llevarlo conmigo a la junta de estudiantes en la avenida central para entrevistar a sesenta personas con grabación, pero no pudo asistir porque primero, su padre no le dejó y segundo, tenía que terminar un cuadro en perspectiva de una alacena repleta de artículos porque su profesor se había puesto creativo. La siguiente vez, él me buscó en la biblioteca, sabía que me llevaba bebida y desayuno junto al suyo, pero yo no estaba en el sitio, había tenido que irme temprano para corregir el trabajo que mi profesor de las siguientes horas me había exigido modificar. Luego de ello, en otra ocasión, preferí enviarle un mensaje para ver nuestros horarios y los chicos me pidieron ayudarles con la corrección de un trabajo, justo cuando Jimin me anunció de tener que ir con un profesor para reunir sus mejores trabajos. De verdad lo extrañaba muchísimo.
Sentía vivo en mi piel, la ausencia de su calor, la falta de dulce en mi vida al no compartir sus alimentos en la cafetería, la preocupación constante de que estuviera pasándola mal con sus compañeros, de que su padre estuviera de nuevo gritándole muy a pesar de que Park le ayudara en todo lo que no le correspondía. Cuando no estaba lleno de tareas, encerrado en mi habitación, leyendo, escribiendo, imprimiendo, haciendo todo para tener buenas notas y recibiendo comida y cena por alguno de mis padres metiéndose en mi habitación, me centraba en pensar en Jimin.
Tenía esos cortos minutos de descanso, teniendo en la mente a ese pelinegro que no había conseguido ver en todos estos días, donde enero termino y febrero ya era marcado con rojo en mi calendario, el inicio de año lo estaba dando todo conmigo y no sabía siquiera podría empezar a cumplir mis metas de este. El primer mes se había ido volando, tal cual como los minutos entre dejar el computador y acostarme en la cama, enviando mensajes a Jimin que no lograba responderme por estar ocupado aún, no recibiendo mi respuesta cuando podía contestarle porque yo ya había caído en los brazos del Dios de los sueños.
Realmente no entendía la frase de aquellas personas que con bastante tiempo libre no podían entender a quien le faltaban horas en el día; "quien de verdad tiene interés en ti, se hace tiempo". Era una frase tan egoísta y llena de poca empatía. Que más quisiera yo de poder mandar todos mis trabajos, que mi vida dependiera de un hilo, abandonar el estrés de la universidad, que no era más que un proceso importante en mi vida, para tener algo que había deseado desde años, tan solo para hablar treinta minutos de manera fluida con Jimin. Al igual que, nada me aseguraba, él también tendría esos treinta minutos libres para hablar conmigo.
Me frustraba, el no poder verlo, conversar con él, escuchar su voz que no fuera por escasos audios, cortos a tres segundos avisando estaba haciendo algo. Me frustraba, el que mi cuerpo le extrañara tanto, que me sentía en una abstinencia bruta, irritado. Me frustraba el no tener la oportunidad de poder abrazarlo con fuerza y decirle al oído cuando había extrañado estar en la misma habitación que él. Porque lo necesitaba. Necesitaba siquiera tener el consuelo de estar en el mismo lugar que él, respirar su mismo aire, verlo por el rabillo del ojo. Lo quería tanto junto de mí, mi hombro con el suyo, su mano tomando la mía, su atención en mí, esos bonitos ojos azules observándome y su ronca voz, hablándome, maldiciendo. Hablándome de sus historias o pidiéndome opinión, cosa que había dejado hacer desde hace meses, como las actualizaciones de sus novelas gráficas, las cuales tampoco podían consolarme por haber sido abandonadas.
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Go away, save me | editando
RomantizmGo away, save me" habla de Vante Everard, un joven en sus diecinueve con Trastorno de Personalidad Asocial y Trastorno Explosivo Intermitente, que sufre de depresión y ansiedad al vivir con dichas enfermedades mentales en una familia rota, sin trata...