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Todos estaban mirándolo, el chico estaba en el suelo sosteniendo su cabeza por el golpe recibido y a unos cuantos pasos estaba de pie el chico demacrado. Vante Everard. El pelinegro se llamaba Vante Everard y presionaba sus puños a sus costados con bastante fuerza, podía notarlo en sus nudillos blancos.

Yo estaba viendo su postura al mismo tiempo que todos los demás observaban la escena. En mi radar estaba Vante y en el de los demás lo que había hecho. Parecía estar a un grado de dimensión diferente a la de los demás, como si de pronto no importara nada más que la ira contenida en el cuerpo del chico de palabras duras.

─Te dije que te largaras ─escuchamos de él.

Y, podía haber terminado ahí, el pelinegro tomaría sus cosas y saldría lleno de comida de la cafetería después de aquella escena. Eso estaba a punto de suceder, sino fuera porque el tipo en el suelo golpeó el talón del pelinegro, haciendo que él resbalara y cayera sobre su espalda.

Eso pareció ser un punto detonante, porque cuando él se arrastró para poder vengarse, Vante ya estaba arriba de él golpeando su rostro y empujando su espalda contra el suelo.

Querían separarlos, estaban observándolos, las personas hacían un círculo a su alrededor y yo me levanté rápidamente, olvidando a mis amigos y sus voces diciendo "no deberías meterte en asuntos que no son tuyos" para empujar a los alumnos de otras áreas y tomar del brazo al chico de capucha negra.

Tiré de él, recibiendo una sacudida de su parte al intentar zafarse, pero no me deje vencer y volví a jalarlo.

─¡Suéltame, maldita sea! ─gruñó a mi, su mirada conectando con la mía, sus cejas juntas, sus labios mostrando sus dientes y la nariz arrugada.

Pero poseía unos ojos tan azules como el mar y tan llenos de distintos sentimientos que me sentí a punto de colapsar.

Por primera vez, pude sentir el significado de la conocida frase "los ojos son la puerta del alma" y aunque no podía entender del todo lo que sus ojos decían. Quedé atrapado.

─Te lastimas las manos si sigues golpeándolo ─hablé, tirando de nuevo de su brazo para sacarlo de encima del hombre.

Vante quedó desconcertado, se levantó, sacudió su ropa y me miró unos segundos, para después empujar a las personas que seguían viéndolo, tomar sus cosas rápidamente y volver unos pasos frente a mi antes de detenerse.

─No soy malditamente débil ─pronunció bajo, yo pude escucharlo de milagro.

Y siguió su camino, dejando a un chico herido en el suelo, sus amigos asustados y muchos pares de ojos juzgándolo intensamente. Sin embargo, a mi me dejó profundamente intrigado.





Las clases de introducción que seguían pasaron volando, no pude estar totalmente centrado en lo que los profesores decían y por ello me vi varias veces cuestionando a mis amigos sobre los requerimientos de las materias, al punto en el que decidí rendirme para ponerme al corriente en algún otro momento. Simplemente no podía estar atento, mi mente divagaba en el misterioso chico de la cafetería.

Podía ser debido a su aspecto físico, siendo que aunque ciertamente existía gente que vestía de forma desarreglada y con colores vacíos, oscuros en su mayoría, podía decir efectivamente que él no lucía como todos los demás. Tal vez era por lo atractivo de su rostro aún cuando parecía falto de color y con ojeras debajo de sus ojos, de hecho, esos mismos ojos azules tan atrayentes y llenos de emociones son los que me hacen pensar más. Podía ser, el hecho de aunque parecía despreocupado y ajeno al mundo, se notaba enojado con él en sí, a la defensiva incluso. Por lo tanto, estaba tan lleno de dudas.

Go away, save me | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora