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La canción se escuchó con un efecto de voz como si se acabara la batería de un reproductor, luego yendo rápidamente para sonar con más ritmo, convirtiéndose en el remix, donde las parejas dejaron de restregar sus cuerpos para convertirse en gelatina, donde sus pies saltando sobre la alfombra -que la madre de Aungus compro en descuento- hacían retumbar toda la casa. Ese momento no lo desperdicie para tirar de su brazo.

Pero Vante se sentía completamente ajeno a este mundo, sus ojos no se despegaban de mi y pensaba "se ve lo mucho que disfruta la música" sin prestarle atención a las luces subiendo y bajando, a las personas besándose sin prejuicios, sin estabilidad, sin pensar en nada más que su satisfacción, pero su satisfacción, en ese momento era observarme agitar mi botella al ritmo de la música. Soltó mi mano y se quedó de pie junto a mi terminando la botella, para dejarla sobre la mesita junto al sillón en el que se había sentado.

Pero su mente revivía una y otra vez el movimiento de mis caderas antes de que la canción se convirtiera en el remix, se había dejado llevar y ahora estaba alterado.

─Oi ─le escuché ─, no me gusta tanta gente.

Dejé de saltar, tiré la botella en el sillón junto a una pareja de adictos a sus cuerpos, toqueteandose y metiéndose mano sin importar las personas alrededor. Acción que Vante observó y no terminé de entender si le asqueó o solamente lo analizó.

─Bueno ─solté sin más, tomando su mano para tirar de él entre la multitud, tomar una cubeta de botellas y comenzar a subir las escaleras, pasando por debajo de las tiras que decían "no acceso", siendo solamente válidas para las personas fuera de confianza en la casa de mi amigo ─. Iremos al balcón de la habitación de Aungus, es un lugar cómodo y la mayoría de las veces estamos ahí. Se puede ver el cielo demasiado bien, a ti te gusta el cielo, ¿no? ─dije ─. Siempre lo estás viendo.

─¿A él no va a molestarle? ─preguntó, con la mirada al frente, una expresión aburrida y su manga estirada por mis dedos, los cuales se aferraron más a su muñeca, para dejar de estropear la tela─. A mi me molestaría que un desconocido entrara a mi habitación.

─No, Aungus no es así ─respondí empujando la puerta de la habitación, dándole paso a Vante para cerrar la puerta y caminar rumbo al balcón, siendo seguido por sus pasos lentos y la música ahogada bajo nuestros pies ─. A él no le importa y no eres un desconocido, eres cercano a mi.

─Cercano a ti.

Asentí abriendo la puerta del balcón, la música volvió en ese instante a llenar la azulada habitación y me senté en mi esquina, sobre el cojín rojizo en forma de fresa que estaba sobre la silla de color café, rustica, dejé la cubeta entre mi silla y la que tomaba Vante como su lugar temporal, al menos por esta noche.

Extendí otra bebida a Vante, abriéndola justo antes y escuchando el pop que conectó con su mirada, sus dedos con uñas mal pintadas de negro recibieron la botella y sus labios le dieron la bienvenida. Mi mano igual se adueñó de una, pero un antojo vino antes y terminé dejándola entre mis piernas.

Mi mano escapó a tomar la caja de mi bolsillo, sacando uno de los cigarrillos y dejándolo en mis labios para encenderlo con el fuego que proporcionaba el mechero. Mis modales me hicieron invitarle y su cara me mostró que no había sido algo agradable para él.

─No sabía que fumabas.

La caja fue otra vez a parar en mi bolsillo, el mechero le siguió después para chocar con el cartón.

─Ocasionalmente, es como comer un chicle para mi. No necesito de ello, lo hago por puro gusto. ¿No quieres?

─No.

Go away, save me | editandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora