Reunión Inusual

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Desde el aire era perfectamente apreciable la majestuosidad de la torre y su increíble camuflaje rocoso. El brillo que golpeaba en las laderas la bordeaba con matices dorados y diáfanos, y el ámbito que ocupaba en la llanura estaba cubierto por una atmósfera pacífica, limpia y fresca, que reflejaba la vida que todo tenía años atrás. Pero, como era de esperarse, tampoco escapaba del silencio lúgubre reinante en cada lugar de ahora. En el camino hacia allá, mientras buscaban rastros del paradero de Mint, les hablaron sobre cómo venían haciendo las cosas hasta antes de encontrarlos, y les explicaron que la conformación de su equipo se había visto enormemente reducida luego de que ciertos conflictos de interés enviaran a una parte de este en dirección distinta, guiada por ideas de libros teóricos encontrados tiempo atrás. Dentro de sus mentes, Louge y Sym sintieron el eco de lo que decían como un recuento de las cosas que recordaban, difusas, pero claras, mas sin embargo, no se atrevían a decir nada todavía.

Lo cierto era que había un misterio que extraer y aclarar de todo el asunto, y antes de que pudieran pensar más al respecto, apareció la torre en el opaco parabrisas de la nave. Aún con todo lo malo con lo que lidiar a diario, se veía como el lugar ideal para que un grupo de sobrevivientes se refugiara del hostil y desconocido exterior, y seguramente lo era; alejado, casi sin presencias monstruosas, bastante tranquilo, pero de pronto, ¿qué era la sombra blanca que subía desde su parte baja? Kaneff se sintió nuevamente preocupado al percatarse: aquel humo pálido y pesado era señal de una cosa, la activación del protocolo de defensa, un potencial peligro para alguien desprevenido e indefenso que entrara en la torre por accidente, sin ser visto por el sistema como una no amenaza.

Rápidamente planeó alrededor buscando la bahía de entrada para la nave. Al estar lo suficientemente cerca, todos pudieron notar la exhalación de las enormes rendijas en las gruesas paredes. Keroge fue el primero en romper el forzado silencio, que apareció en lo que sobrevolaban el área, dudoso de que las cosas estuviesen yendo bien.

− Kaneff, Wiggitte, ¿es normal que salga humo de la montaña? | les preguntó extrañado.

Piloto y copiloto se miraron entre ellos, ambos pensando en lo mismo y sin tener claro qué responderle ante lo improbable, nerviosos por lo que estuviera ocurriendo allá adentro.

− Ah, eso. Bueno, la verdad... | titubeó Kaneff, mostrándose indeciso | A veces aparecen esas señales, nos ayudan a identificar el lugar indicado para los aterrizajes, y a no perdernos al regresar. Debe de... haberse presentado alguna falla.

Al notar que no sonaba muy convincente, se apresuró a entrar a la base y descubrir el origen de aquello cuanto antes. La ancha compuerta de la bahía se abrió lentamente, dando paso a la luz a su interior, y una gran cantidad de humo salió expulsada mientras aterrizaban en una de las áreas de aparcado y bajaban del transporte. Pasaron de aquel espacioso recinto a una intrincada red de pasillos y escaleras, por la que anduvieron como hormigas en sus túneles casi llegando a acabar perdidos en algunos, hasta encontrar la salida del laberinto bajando a la puerta del vestíbulo, de donde surgía el vapor. Ahora descubrirían qué había sucedido.

Lo que ocurrió había sido sin duda escalofriante, algo para lo que nadie como ella tendría la suficiente preparación, tanto física como mental. Había encarado la muerte. En un momento llegó a creer que después de todo lo pasado este se convertiría en el final, pero en cuanto el intimidante robot se apartó de ella y retrajo su pesado y fiero armamento, empezó a volver en sí misma, a despertar de su trance. Seguía viva, no le había hecho nada, pero aún no conseguía reponerse de todo el terror. Observó estupefacta el gran aparato que seguía flotando suspendido en el aire, frente a ella, como si este la estuviera observando también, pero ahora de una forma curiosa; en un impulso involuntario extendió su mano, tratando de alcanzar su oscura superficie, a lo cual la sonda respondió retrocediendo de golpe una corta distancia. Mint se sobrecogió sorprendida, pero ya no encontró el terror del principio, de alguna forma había sentido algo de seguridad. La sonda de pronto encendió un brillante punto azul a un costado de la armadura frontal, y de este disparó un anillo de haces de luz finos y tenues sobre Mint. Se mantuvieron girando alrededor de su rostro por un corto instante mientras parecía que leían algo con lo que existía similitud, luego se apagaron, y el artefacto entero se elevó un poco hacia atrás.

NIRMITI: La Nueva TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora