El Principio del Viaje

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Conocieron el mundo de una manera que muchos estarían hasta el cansancio deseando recordar, pues el terror que generó aquel suceso afectó profundamente a quienes lograron sobrevivir. Lo que se veía ahora no era algo ideal para nadie y la vida ya no era perfecta de ningún modo. Ya ni siquiera existía esa vida. Siempre huyendo de todo hacia lugares inimaginables de llegar, y siempre perdiéndose en ellos mismos y tomando rumbos distintos a los de sus vidas. Ya nada tenía sentido, todo resultaba anormal y fuera de toda lógica, y los pocos aún vivos que quedaban, refugiados de las criaturas, habían de conservar las memorias borrosas de lo que alguna vez fue un "mundo perfecto", en una vida perfecta, en una pacífica Tierra. Era el vivir de forma digna y justa lo que le permitía a cualquier persona sentirse bien en el lugar donde estuviera, sin importar nada de lo que pasara.

Un hombre había alcanzado el éxito de su vida de una forma progresiva, con todo su trabajo, y no se había metido de lleno con lo excesivo en ninguna ocasión. Tenía 27 años y contó con la oportunidad de haber formado una hermosa familia y vivir feliz, a pesar de un oscuro momento de la adolescencia en su pasado, que lo dejó más marcado de lo que él alguna vez se hubiera dado cuenta por sí mismo. Vivía con su bella esposa y sus tres hijos, a quienes realmente amaba y se los demostraba de muchas formas inigualables. Todo para él iba bien, hasta que comenzó la guerra. La idea que la gente guardaba con cierto recelo acerca de esta era que sólo iban a desarrollarse los enfrentamientos dentro del territorio implicado, y cada lado se desgastaría intentando dominar sobre el otro, hasta que las fuerzas se agotaran y quedaran diezmados por completo. Entonces ya no habría más que hacer que realizar un acuerdo final, pacífico y justo, para ponerle fin al nada fundamentado conflicto, de manera sencilla y civilizada como había sido durante toda la historia. Pero esa idea, que no fue más que un sueño ilusorio sobre la realidad ciega que la gente había estado viviendo, era también aguardada por un destino cruel y desgarrador que la destrozó inmediatamente.

Los varios combatientes terminaron por fragmentar y hacer añicos la sociedad de ese entonces, en medio del catastrófico desastre que devastó al planeta entero luego de que cayeran de la nada, desde algún punto en el espacio cercano, las misteriosas bombas Meteoro. No sólo exacerbaron el curso final de la guerra, sino que también acabaron con esta y con el mundo como lo conocía la gente.

Él estuvo perdido por un tiempo hasta antes de que colisionara el Tercer Meteoro, durante ese mismo tiempo en el que el planeta y sus paisajes parecían marchitarse y hacerse más característicos de un abandono, sin tener explicación posible. Pudo reencontrarse con su esposa después de una larga búsqueda a través de las ciudades cercanas a donde vivía. Ella había hallado a los niños bajo el cuidado algo clandestino de unos excéntricos migrantes, que desaparecieron en algún lugar sin dejar rastro de sí mismos. Su ciudad, ubicada cerca de la costa noreste de la región, aún no había sido alcanzada por la tormenta de destrucción que generaron los dos primeros Meteoros, esparcida indefinidamente, bajo la cual la mayor parte de la humanidad había desaparecido. Eso sin embargo estaba por pasar, algo de lo que él estaba ya bastante consciente, por lo que se dispuso a planificar una manera de escapar de la destrucción y de huir hasta encontrar un lugar libre del desastre creciente, para mantener a salvo a su familia, su principal preocupación. Su idea era simple: utilizando un vehículo que los migrantes abandonaron tras su desaparición, viajarían por el territorio con rumbo al sur, evadiendo toda interacción con quien fuera o lo que fuera, hasta cruzar por una península extendida hacia los cabos del litoral sureste del otro continente.

Desde ahí buscaría llevarlos a aquel lugar especial, un gran y majestuoso valle entre altas montañas, donde muchos años antes su padre lo había llevado a él cuando era niño; un lugar donde había vivido momentos muy felices de su niñez. Él creía con firmeza que estaba lo suficientemente alejado de todo aquel panorama siniestro atiborrado de terror, que hacía que un pánico letal interno se intentara apoderar de sus nervios y le hacía correr un escalofrío por la espalda, cada vez que siquiera se lo imaginaba. Ese plan no era en realidad tan sencillo como sonaba, puesto que el viaje era abrumadoramente largo y no sería nada fácil con la enorme cantidad de criaturas dispersas por toda la Tierra, encontradas en cada lugar que pisaran. En teoría iba a ser la travesía de su vida, donde todo para él pronto iría a cambiar.

NIRMITI: La Nueva TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora