Torre Oculta

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Caminaba sobre la suavidad de la hierba dorada alrededor, y el almibarado vaivén de esta al soplar el viento, diluyéndose en el verde oscurecido de la extensa cordillera lejana, con el azul vagante del cielo, le hacían recordar. Su vida terminaba de pasar frente a sus ojos: la ciudad, el escape del Meteoro, el profundo misterio, su madre, su padre y sus queridos hermanos, todo en tan poco tiempo, y ahora ella también sentía que había perdido. Llegó a recordar partes del pasado, durante aquellos días en los que iban a acampar en familia a las montañas al nordeste de la ciudad donde vivían, las veces en las que celebraban las fechas importantes, como los cumpleaños de cada uno, la llegada del otoño y el Festival de los Nocturnos, el Día de la Tierra, la Navidad, sus ya remotos días de instituto; aquello a lo que llamaba su vida. Se preguntaba cómo habían llegado hasta esa situación, cómo es que había ocurrido todo, por qué le pasó esto a ella.

Casi asfixiada en aquella humedad invisible, arrojada a la muerte por el engaño de un salvaje psicótico, y ahora, tras haber estado cerca de acabar devorada, se encontraba encarando el sentimiento profundo de la desolación. Incluso viendo que la máquina seguía estando ahí en el suelo, ya no tenía la certeza de aun seguir viva. O bien, no quería tenerla. Sin más consuelo que le quedara, cayó de rodillas sobre el pasto, mientras delgadas lágrimas frías y transparentes se deslizaban sobre sus mejillas. La sensación de comodidad natural se sobreponía a la punzante aflicción generada por pensamientos caóticos aún duros de procesar, y la hacía sentir tranquilamente adormecida. Decidió recostarse a descansar del esfuerzo que hacía para comprender y asimilar los hechos por su cuenta, y a olvidar el traumático accidente en el poblado, donde los vio por última vez. Estando a punto de quedarse dormida percibió un zumbido suave, lejano, que parecía acercarse, pero intentó ignorarlo, anhelando no tener que pensar en nada más por el momento. Entonces, casi al instante, pasó por su mente un particular sonido, asociado sin duda al producido por una máquina, deslizándose en el aire sobre el lugar.

Confundida e impulsada por la intriga, se levantó casi de un salto y miró alrededor, sin poder ver nada. Lo volvió a escuchar y esta vez alzó la vista, encontrando un artefacto pequeño, con rasgos similares a los del dron que la había atrapado, dando vueltas sobre el sitio de caída y emitiendo ligeros pulsos luminosos. Mint lo observó por un rato hasta que se detuvo. Dejó de moverse y de alumbrar, permaneció estático en el aire, y seguido a eso se retiró de ahí, yendo hacia una montaña solitaria en forma de pilar robusto y alto, con varias salientes que relucían como metal. Una entrada pareció abrirse en la cuesta de esta, más abajo de la parte media, y el pequeño objeto desapareció por ahí. Eso la llevó a pensar en una única cosa: había alguien controlando las máquinas, y quien fuera estaría ubicado en alguna parte dentro de ese pilar rocoso; muy probablemente tendría alguna idea de lo que ocurría en los alrededores lejanos, o sabría bien qué cosas rondaban o yacían ocultas, allá, en donde no habían alcanzado aún. Era necesario considerar posibilidades, muchas riesgosas, pero en todo caso, tendría más conocimiento e información que ella, por lo que pasó a ser su mejor opción. Dudando ligeramente de sus propias conclusiones, decidió al fin ir hacia la montaña.

Toda el área en la que se encontraba era una llanura de relieve modificado, que hacía bastante había servido para la investigación de minerales y sustancias de las capas del suelo, y de algún otro origen, tal vez descrito en las teorías elementales del misterioso documento. Ahora sólo quedaba un terreno curtido por el abandono, con los restos de una iniciativa opacada antes del caos, en medio de naturaleza; además, se podían divisar puntos fulminantes de una aparente actividad radioactiva.

Luego de un largo rato viajando, llegaron a la llanura donde estaba ubicada su base refugio, en el interior de una columna de tierra aislada. La señal recibida de la baliza dejó de palpitar una vez alcanzaron el punto de colisión, y pudieron observar los restos, esparcidos luego del desplome por una falla repentina en el circuito de energía. Kaneff sintió una ligera preocupación ante la duda de si la pequeña Mint había sobrevivido al choque, pero en cuanto bajaron a inspeccionar el aparato no encontraron ningún rastro de ella. Su cáustica incertidumbre se atenuó un poco al deducir resueltamente que se había ido de allí. De inmediato retomaron la marcha, y fueron buscándola por donde iban pasando.

NIRMITI: La Nueva TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora