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15 de enero de 2019

De la mano del amor de mi vida abría la puerta de mi nuevo apartamento. Ubicado en el centro de Manhattan, con vista a la quinta avenida, a la parte más viva de la ciudad, rodeado por otros edificios que parecían competir por cual llegaba más alto, con miles de personas recorriendo aquella calle, en sus vehículos o caminando, pero todos con una cosa en común: sumergidos en su propia vida. Nosotras estábamos sumergidas en nuestra nueva vida. Apartamento nuevo y convivencia por primera vez. Sentía nervios, pero me sentía feliz y cómoda de dar un paso así de la mano de Daniela.

El apartamento era enorme. El cuarto principal tenía un ventanal por el que entraba toda la luz y la vida de Nueva York, la sala también era grande, podíamos decorarla con sofás y una mesa donde comer y hacer cenas familiares. Un salón con piso de madera donde practicar pasos de ballet cómodamente y por último, un balcón enorme donde tomar el sol y descansar del ajetreo de la ciudad. 

Todavía debíamos esperar por los muebles y comprar otros, pero no me podía sentir más feliz de estar en ese lugar, aun estando vacío, ya podía sentirlo como un hogar.

—¿Qué te parece?— le pregunté a Dani mientras recorríamos el baño de nuestra habitación.

—Me encanta… tenemos lugar para todo, podemos tener un perro, un hijo…

—¿Quieres hijos?— pregunté un poco sorprendida, nunca había surgido esa conversación.

—Pues… en un futuro sí… me gustaría, ¿a ti no te gustaría?— Encogí mis hombros, no estaba segura, nunca me detenía a pensar en un futuro tan lejano, el ballet me mantenía tan atrapada en el presente que lo único que pensaba a futuro era el próximo paso que debía realizar.

—No lo había pensado… pero en un futuro bastante lejano estaría bien— respondí.

—Claro, antes de pensar en hijos nos tenemos que casar— dijo mostrándome su mano izquierda.

—Pues sí, ¿no?— le dije imitando su movimiento.

Ambas nos reímos, la propuesta de matrimonio ya se había vuelto un chiste, con su parte de verdad detrás, pero no dejaba de ser una broma con la que nos reíamos casi a diario.

Los muebles no tardaron en llegar, ahora teníamos un apartamento lleno de cajas que desempacar y muebles que organizar. Decidimos armar la cama, y una vez que estuvo lista nos acostamos a descansar del viaje y de la mudanza. Había sido difícil, pero allí estábamos, yo acostada sobre el pecho de mi amor escuchando High Hopes de Kodaline mezclada con los sonidos de la ciudad y con el latido rítmico del corazón de Dani. Con un departamento vacío, la cama solo con un colchón y la música puesta desde mi celular, podría asegurar que era la persona más feliz del planeta.

—¿Quieres salir a comer para celebrar?— preguntó Dani interrumpiendo el "silencio".

—Hay un lugar aquí que me encanta— dije. 

Siempre me había gustado mucho salir a comer y cuando tuve la oportunidad de viajar a Nueva York para bailar ballet, Alex, una compañera y amiga, me había enseñado un restaurante al borde del río Brooklyn, ubicado bajo el puente y con una vista increíble de los altos edificios de Manhattan.

Tomamos un taxi antes de que la noche empezara a caer. Ibamos a un lugar formal, por lo tanto, ambas en vestidos ajustados, el mío rojo y el de mi amor negro, nos dirigimos al River Coffee. El lugar era acogedor, tal y como lo recordaba, el ambiente era cálido y eso lo hacía muy romántico, a pesar del cansancio y de que probablemente a mitad de noche quiera estar acostada en mi cama junto a Daniela, no me arrepentía de haber aceptado la propuesta de mi novia.

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