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9 de mayo de 2023

Apenas estaba abriendo mis ojos cuando sentí la respiración irregular de Poché. Estaba acostada sobre su pecho, abrazada a su cintura, y podía notar cada uno de sus cambios a través de su cuerpo.

Cuando pude despegar completamente mis párpados, vi que el episodio de hace unos días había vuelto a suceder. Poché tenía sus pantalones mojados y sus ojos comenzaban a reflejar lo que sentía.

—No te pongas así…— le pedí conteniendo mis lágrimas, deseando que mis palabras pudieran hacerla sentir mejor, deseando que pudiera hacer algo que ahuyentara su tristeza—, no te pongas triste por esto, por favor— dije mientras iba en busca de su silla de ruedas. Para que mi dolor aumentara, Poché parecía incapaz de responder.

La cargué en mis brazos con el mayor cuidado posible, la senté en la silla y la guíe hasta el cuarto de baño.

La bañé, como todos los días, recorriendo su cuerpo con mis manos, preguntándome, esta vez, si todavía sentía el roce de mi piel con la suya. Viendo como sus ojos parecían no mirar hacia ninguna parte, viendo como su rostro tenía una mezcla de desolación y enojo.

Mi cabeza volvió a actuar como mi enemiga, volvió a recordarme cómo todo eso era mi culpa, como había sido yo quien le había arrebatado al amor de mi vida su cuerpo.

—Háblame, por favor, dime que sientes— le pedí tratando de saber exactamente qué era lo que Poché sentía, pero también intentando distraer y persuadir a mi mente. Aunque ya no parecía tan encerrada en su cabeza no me respondió—. Esta vez sí voy a llamar a Sara— dije para seguir manteniendo mi cabeza en silencio.

—Me da vergüenza, Dani— dijo de repente, congelando mi sangre y rompiendo mi alma. El día del accidente yo le había robado su cuerpo, pero hoy, con su confesión, ella me había robado las palabras.

—Cuando me pediste matrimonio yo te prometí algo, ¿lo recuerdas?— dije intentando ocultar mis ganas de llorar. ¿Cómo pasar un día sin al menos tener ganas de llorar cuando tienes que ver al amor de tu vida deteriorarse, cada día más, de tantas formas?

Para mí felicidad y mi alivio, Poché aún recordaba aquella promesa. Sonreí como si saber que ella recordaba aquellas palabras lograba apaciguar un poco mi dolor.

Cuando me había propuesto matrimonio en un teatro, bailando para mí, habiendo preparado un show enteramente privado y espectacular, y había sido solo para mí, le prometí a Poché que sin importar los rumbos de nuestras vidas, sin importar los malos momentos y los buenos, sin importar si había gente que que quisiera ver separadas e intentaran hacerlo, mi amor por ella no había más que crecer, y, por eso, podía prometerle, completamente segura, de que iba a ser mi persona favorita hasta el último de mis días.

—Bueno, que no se te olvide… tú y yo seguimos usando esto— dije mostrándole mi mano con el anillo que me había dado, tratando de que la situación dejara de ser tan triste, tratando de buscarle un poco de comedia a nuestra tragedia—, todavía quiero casarme, no te vas a librar de mi tan fácil— Aunque mi intención era bromear para aliviar nuestras espaldas, había cierta verdad detrás de aquellas palabras. Ella sonrió, sus labios apenas se curvaron, un brillo casi imperceptible se asomó a través de sus ojos y mi corazón revoloteó. 

—¿De verdad quieres casarte conmigo?— preguntó ella con una innegable sorpresa en el tono de su voz. Inevitablemente fruncí mis cejas, ¿había hecho algo que le hubiera hecho pensar que ya no quería casarme?

—De verdad… no te atrevas a dudar eso de nuevo— le advertí señalandola con mi dedo índice, ella asintió mientras sonreía de forma juguetona, y por un momento pude ver a aquella mujer que le encantaba hacerme renegar—. Bien, ahora vamos a vestirte— Volví a cargarla para llevarla en su silla de ruedas hasta nuestra habitación con la bata bien puesta para que no pasase frío.

InmóvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora