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7 de octubre 2023

—Daniela Calle Soto —decía Harry Harrison mediante el teléfono—, ¿donde carajos estás? Hoy hay otra función, debes venir.

—¿De verdad no van a darme un respiro? Acabo de perder a mi pareja —dijo, esperando un poco de empatía.

—No podemos frenar, apenas hicimos una función, nuestro sueldo no se paga con plata que sale de los árboles.

—No me tienes que tratar como una estúpida —le dijo, cortante.

—Entonces no actúes como una, my love.

La plata de la academia no estaba, necesitaba dinero si quería contratar a un detective privado que la ayude a resolver este misterio. O, tal vez, simplemente ir a la policía, está última parecía la opción más factible.

Nunca se sintió tan infeliz haciendo lo que más le gustaba. Iban dos funciones de las quince que debía hacer, eso era lo que estipulaba el contrato que hace algunos meses atrás había estado feliz de firmar. Se sentía atrapada. Tal y como María José se había sentido en su cuerpo por tantos meses. Comenzaba a entenderla mucho más.

Antes de salir para el teatro aquel jueves a la tarde, bebió dos vasos de whisky, besó la frente de Ramón y le pidió a Juan Carlos si quería hacerle el favor de cuidarlo mientras ella se iba.

—Lo siento, Daniela, pero estoy ocupado haciendo las maletas.

—¿Las maletas? —Daniela, extrañada, se detuvo afuera de su puerta a escuchar atentamente a Juan Carlos.

—Sí, vamos a volver a Bogotá con Vale, ya no hay nada que nos detenga aquí.

Daniela cortó la llamada. La partida de Juan Carlos no hacía más que recordarle que con la muerte de Poché ya no había nada que retuviera a quien había sido su familia durante tanto tiempo.

Entró de nuevo a su apartamento, bebió dos vasos más de whisky y trató de mantener sus lágrimas a raya.

Los últimos días habían sido muy difíciles para no recaer en algo de lo que había salido gracias a su amor, quien, lamentablemente, ya no se encontraba junto a ella.

Tambaleándose se paró en el ascensor esperando llegar a la planta baja. Por suerte, la producción había mandado un auto para pasarla a buscar, así que no tendría que conducir en ese estado.

De lo que no se salvó fue del regaño de Harry cuando sintió su fuerte aliento a alcohol.

—Eres decepcionante —le dijo, tomándola fuerte de un brazo y frente a todos los que se encontraban allí; actores, productores y hasta los que se encargaban de la escenografía.

—Te dije que no estaba lista para venir —le recordó ella—. Acabo de enterrar al amor de mi vida —susurró, porque el nudo en la garganta apenas le permitía hablar—, hace dos días, Harry, dos, ¿cómo quieres que este?

Harry la soltó.

—Puedes irte —le dijo, Daniela sorprendida se quedó pegada al piso—. Vete, Daniela, llora en cada rincón de tu casa, pero en dos semanas vas a volver.

Daniela se metió al camerino que compartía con su suplente, que por cuatro funciones iba a ser la estrella, y se fue.

Justo a la salida, antes de tomar un taxi y pedirle que la llevase a la comisaría más cercana, se topó con Alex.

—¡Dani! —dijo ella, entre sorprendida y feliz—. ¿Actúas está noche?

Daniela negó, no quería que alguien más descubriera a que olía su aliento.

InmóvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora