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9 de octubre de 2023

Segundo día en el que Daniela pisaba la comisaría. Lo había hecho hace dos días, en compañía de Alex había denunciado que la muerte de Poché no había sido bajo su voluntad, sino que había sido asesinato. Había expresado sus sospechas y estaba esperando que le asignen un detective para que comience a investigar y ese día comenzaba todo. Estaba nerviosa, tenía miedo de que las investigaciones no fueran completas y la acusaran a ella, era el camino fácil, pero confiaba en que, por lo menos eso, iba a salir bien.

—Necesito que me destelle la noche —le pedía el detective—, no deje nada afuera aunque le parezca que no pueda servirme.

Daniela tomó aire. Detallar esa noche era como detallar la noche en la que el accidente había ocurrido, solo que esta vez sabía que su padre no había comprado ningún juez y todo lo que estaba haciendo, lo hacía con el respaldo de la ley.

—Me separé de Poché a las once de la noche, ella se fue con Jason, su psiquiatra, a nuestra casa, quería descansar y mi madre tenía un regalo para mí en su casa —Su relato estaba siendo escrito por el compañero del detective, se podía escuchar perfectamente como sus dedos tecleaban veloz y fuertemente las letras de la computadora—, mi madre vive lejos de la quinta avenida, así que demoré en ir y demoré en llegar. Llegué alrededor de las dos de la madrugada, el apartamento estaba con las luces apagadas, subí las escaleras porque el ascensor no funcionaba, y, cuando llegué a casa, Ramón, nuestro perro, no salió a recibirme como siempre lo hace, me senté en el sofá de la sala un rato y fue cuando Ramón apareció, se veía asustado, y luego, cuando lo llevé a la habitación y lo mimé para que se calme, me di cuenta de que Poché estaba en la cama sin vida.

—Okey —dijo el hombre, parecía estar pensando—. Entonces, por su relato podemos decir que Jason fue la última persona en ver con vida a María José.

Asintió.

—Bien, y luego del entierro encontró un DVD con un video de despedida.

Volvió a asentir. Daniela estaba sorprendida por la buena retención de información que tenía el hombre.

—¿Conoce a alguien que use DVDs?

Asintió.

—Juan Carlos, el padre de María José.

—¿Dice que el video tenía muchos cortes?

—Exactamente.

—¿Vive aquí?

—¿Juan Carlos? —El detective asintió—. Justo en estos momentos debe estar llegando a Colombia, decidió volver a sus tierras con su otra hija.

El hombre pensaba, se había dado cuenta de que quién había cometido el crimen, si es que hubiera habido uno, no era para nada experto.

Quisieron hacerlo pasar por una muerte asistida, pero asustaron al perro. Tal vez quisieron hacerlo para que piensen que no fue alguien allegado, pero no forzaron la puerta. Había incongruencias por todas partes.

—Hágame una lista de las personas que tienen la llave del apartamento.

Daniela tomó el papel y la lapicera que le alcanzaron, y escribió lo que le pidieron.

Mafe
Juan Carlos
Jason
Laura

Solo cuatro personas poseían la copia de la llave.

—¿Es posible abrir la puerta sin forzarla y sin tener la llave? —preguntó Daniela, tenía miedo de que cualquiera de esas personas pudiera tener algo que ver con la muerte de Poché.

—Hay expertos para todos los ámbitos —dijo, el detective Henry Brown no parecía ser lo más expresivo—, mandaremos algunos agentes a revisar el apartamento, tratarán de traer las grabaciones de esa noche. ¿Algo más que pueda decirme?

Sí, muchas cosas tenía Daniela para decir.

—Eddy, la pareja de Jason y abogado presentó el deseo firmado y por escrito de María José para que no hayan investigaciones, además, Poché tenía un dinero guardado y yo no lo encontré.

Henry se sentó, las cosas parecían ensuciarse cada vez más y no estaba seguro de si estaban sucias sin querer o intencionalmente.

—Hay mucha gente por entrevistar entonces —concluyó Brown—, le pido por favor que se quede cerca, por si se acuerda de algo más, nosotros esperaremos los datos del forense para saber cómo murió y lo que los agentes traigan de su apartamento, dígame, ¿dónde estaba la plata?

Lo bueno era que desde la muerte de Poché Daniela no había movido ni lavado nada, había pasado concentrada en el video de despedida, pidió comida todos esos días, no lavó ningún plato, tampoco la ropa, apenas se movió para darse cortas duchas, ni siquiera se tomó el tiempo de lavarse el pelo, comenzaba a verse brillante, pero inmóvil por la grasitud que comenzaba a acumular, era una Daniela desconocida.

Tres horas después un par de agentes se acercaron al detective Brown y le dijeron lo que encontraron en las cámaras de seguridad. Los únicos únicos que habían entrado al apartamento eran Jason y Daniela, a la hora que ambos decían haberlo hecho y a la hora que Jason decía haberse ido. Nadie más había entrado, nadie más había salido. La lista de sospechosos parecía reducirse.

—Bien, ¿en el apartamento encontraron algo?

—Tenemos los resultados —dijo alguien antes de que el agente que había llegado le dijera a Henry lo que habían visto en el apartamento.

—Dígame —pidió.

Henry Brown había llegado a su puesto por la gran pasión que le metía a todos los casos en los que trabajaba aunque fuera un simple robo. Su madre había sido una gran detective y eso lo inspiró a él a hacer lo mismo. De pequeño había recibido casos que su madre le daba luego de resolverlos, estaba acostumbrado a los enredos, y este caso, definitivamente, era uno.

—Intoxicación por exceso de alcohol, propilenglicol y tripolifosfato de sodio, suponemos que se trata un producto de limpieza.

Henry asintió y volvió a acercarse a Dani.

—¿Recuerda cuál era la ropa que María José tenía puesta el día de su muerte?

—Sí —respondió, confundida.

—Bien, agarre su abrigo, nos vamos a su casa.












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