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24 de abril de 2017

Dani se había ofrecido a llevarme al teatro, la estaba esperando en la puerta de mi edificio con los audífonos puestos al mayor volumen que mis oídos soportaban. Estaba nerviosa y no podía dejar de mirar la hora en mi teléfono. Estaba a dos horas y media de subirme al escenario, pero sentía que solamente faltaba media hora. Lo peor de todo: no veía la camioneta de Dani por ninguna parte y comenzaba a desesperarme mucho más.

Estaba a punto de subir las escaleras en busca de mi papá cuando Dani se hizo presente en medio de la calle. Corrí hacia el vehículo mientras le hacía señas para que no se bajara. Su rostro reflejaba pura confusión.

—¿Hola?— saludó ella de forma insegura.

—Hola— respondí besando rápidamente sus labios.

—¿Está todo bien?— Asentí sin quitarme los audífonos y pude notar como Dani volvía a poner en marcha el carro mientras que su cuerpo se mantenía tenso.

Ella sin preguntar condujo hasta el teatro, me acompañó hacia el camerino cargando la mochila donde llevaba el vestuario y se fue de aquella zona del teatro. No estaba contenta por la forma en la que se habían dado las cosas, no me había comportado de la mejor manera con Dani, pero el hecho de que esta función había sido adelantada ponía mi estrés a niveles extremos. Sacudí mi cabeza tratando de sacar esos pensamientos y reemplazarlos por cada uno de los pasos de baile que debía hacer esa noche.

Haciendo mis trabajos de respiración dejé que la maquilladora, que usualmente nos maquillaba a todas, maquillara mi rostro. Recordé el día en el que Dani había interrumpido mis trabajos de respiración y no pude evitar sonreír. Estaba completamente enamorada de esa mujer y segura de que quería que se convirtiera oficialmente en mi novia.

Irritada, recordé que tenía una reserva en uno de los restaurantes más lindos de la ciudad, exactamente a la hora en la que el telón iba a comenzar a abrirse, para llevar a Dani a una cita, pero el cambio de fecha de la presentación, hace dos días, había arruinado mi plan.

Sin querer pensar más acerca de ese tema y cuando la maquilladora dejó de hacer su trabajo, comencé a calentar los músculos de mi cuerpo mientras escuchaba la música que debía seguir con los pasos de baile que había ensayado durante un mes.

Estaba en la presala y por primera vez pensaba en algo que no era la coreografía, esta vez mi cabeza pensaba en Dani mientras veía como todo el mundo se movía de un lado a otro, llamando a los gritos a otras personas, trasladando elementos para terminar de armar la escenografía, las modistas ajustando últimos detalles en algunas prendas de ropa, la gran maestra hablando con las nuevas y quienes más nerviosas estaban, y dentro de todo ese caos, Dani apareció. Verla entre tanto movimiento mirándome y caminando hacia mí se sentía mágico.

—Vengo a desearte suerte— Sonrió con timidez mientras encogía sus hombros. Imité su gesto, sonreí mientras buscaba sus labios. 

—Perdón por tratarte como lo hice— dije apenada poniendo mi frente contra la suya.

—Sin rencores, entiendo que estabas nerviosa…

—Lo siento, María José, pero no permito esto en mis antesalas— Interrumpió la gran maestra. Sin pensarlo mucho me separé de Dani y la miré con mis mejillas volviéndose rosadas.

—No se preocupe— dijo—, yo ya me iba— Sin saber muy bien qué hacer, Dani tocó mi hombro y desapareció de aquella sala.

Volví a sentarme donde estaba antes de que Daniela llegara y, ahora, podía concentrarme en dar un espectáculo digno de la academia de la gran maestra a la que todo el mundo reconocía como la madre del ballet en Colombia y, por ende, nadie que llegara al teatro subestimaba el show de esta mujer.

InmóvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora