𑁍Capítulo 8

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Mi alarma sonó y la apagué, cinco minutos después me di cuenta que era la última alarma de cinco que solía poner para ayudarme a despertar, pero regularmente la quinta la ponía simplemente para avisar que ya tenía que ir tomando mis cosas porque e...

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Mi alarma sonó y la apagué, cinco minutos después me di cuenta que era la última alarma de cinco que solía poner para ayudarme a despertar, pero regularmente la quinta la ponía simplemente para avisar que ya tenía que ir tomando mis cosas porque el bus escolar pasaría en quince minutos cosa que al darme cuenta de eso me levanté de inmediato y fui a cambiarme tomando lo que encontrara primero y sin arreglarme del todo.

A veces el insomnio no ayuda en nada, te hace despertar más tarde, y más aún que el día anterior había estado la noche al lado de Adrian, simplemente había dormido por mucho cuatro horas con suerte.

Siempre era lenta en ejercer alguna acción o hacer alguna cosa,pero no sé que tipo de descarga se apoderó de mí en esos momentos que me hizo hacer todo lo que tenía que hacer a una forma realmente rápida. No alcancé a desayunar pero agarré una manzana que me la comí apresuradamente cómo había estado vistiéndome.

Salí corriendo al escuchar la bocina del autobús en la parada y subí hasta el último de los otros, dejándome de pie.

Pero sentía que algo se me había olvidado, y lo pero era que cuando sentía eso era porque si se me había olvidado algo, es decir, Alessandra me ha dicho que cuando siente eso generalmente no se le olvida nada pero en mi caso no es así.

Me percaté de lo que todos llevaban, en su espalda o en sus piernas en caso que estuvieran sentados.

La maldita mochila.

Abrí los ojos colo plato al recordarla y simplemente con una mano sosteniendome en el tubo que ayudaba a no caerse con la otra busqué entre mis bolsillos, por lo menos si había agarrado mi celular y un poco de dinero, pero no traía nada.

Al llegar al instituto caminando entre los pasillos le marqué a mamá pidiéndole que me trajera el bolso, a regañadientes terminó cediendo y fui a el casillero a sacar algunos libros que eran para la primer hora.

Llegando al salón encontré un lugar al lado de Alessandra y caminé hacia ahí hasta llegar y tomar asiento. Aún era un poco temprano, en algunos minutos más tocarían el timbre tal vez.

-hola lola- saludó mirando al frente como si buscará a alguien.

-¿Lola?- la miré sonriendo confundida.

-rimaba- contestó y reí bajo para no llamar la atención de los demás. -¡Oh por dios!- exclamó abriendo los ojos como platos mirado a la puerta. -un calambre en el glúteo- susurró y se levantó un poco del banco donde estaba sentada haciendo movimientos raros.

-¿Un calambre?, ¿A caso tienes calambres ahí?- la miré a un más confundida pero bromeando.

-solo cuando veo a chicos guapos- ahora fui yo la que abrió los ojos como plato y levanté las cejas un poco haciendo que mi cerebro procesará las palabras.

-turbio- susurré y miré con ella al frente. -Alessandra- llamé.

-¿Si?- contestó.

-¿Los calambres son contagiosos?- pregunté aún susurrando.

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