𑁍Capítulo 10

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-Laurens, con Higgis- mencionó el entrenador y miré sonriendo con un poco de malicia a Alessandra al igual que ella a mí. -no, no esa Higgis, él- señaló a Adrián con su grupo de amigos.

-conchesumadre- susurré y fruncí el ceño.

El chico pelinegro se acercó riendo bajo, rodé los ojos discretamente y bajé la mirada.

-¡Atención!- gritó el profesor w hizo un sonido con su silbato -la actividad de hoy consiste en qué uno de cada pareja se vendará los ojos y el otro lo guiará hasta la caja que tienen alfrente a unos metros, enfrente hay una llave pero el que tiene los ojos vendados abrirá la caja, lo difícil será que estarán de espaldas, podrán voltear pero el que tiene los ojos abiertos solo le dirá donde están los objetos simplemente volteando, el objetivo de la actividad es que desarrollen la cualidad de escuchar analiticamente y de dar descripciones claras. No quiero escuchar un: en la de esa que entra en la desta porque está en la esa cosa de la madera de la desta del deste. ¡Por qué los repruebo!, ¿Entendido?- sus cabellos levantados como si hubiera visto algo y se hubiera quedado perturbado lo hacían lucir un Look muy amenazador. Aceptamos sin hablar, cada uno se fue a su posición mientras algunos de nosotros estábamos discutiendo quien se vendará los ojos. Digo algunos porque entre esos estábamos Adrián y yo.

-pues yo digo que tú te los cubras- seguía insistiendo.

-¿y porqué no mejor tu?- refunfuñé cruzando los brazos.

-porque si te llegarás a caer, te puedo sostener- puso sus manos en forma de jazz mirando a el lado superior derecho -y en cambio, si yo me pongo la venda, yo me puedo caer gracias a tus muy malas explicaciones y no me sostendrias- alzó los hombros y alargue un suspiro inflando mis mejillas.

Y tenía razón, él podría aguantarme más que yo a él así que terminé accediendo.

Miré a Alessandra, ella ya tenía su venda y estaba con el chico nuevo que aún no sabía su nombre pero luego lo investigaría. La vista se me oscureció cuando Adrian colocó la venda negra en mis ojos sin previo aviso.

-¿Lastima?- preguntó ajustando el amarre. Negué moviendo la cabeza y me sostuve del barandal que estaba enfrente de mi y lo había visto hace unos segundos. -bien, se que das malas instrucciones y tal vez también hagas lo que quieras pero por tu propio bien escúchame claramente, ¿Esta bien?-.

-yo no siempre hago lo que quiero- dije -y tampoco hago malas explicaciones- añadí -y no puedes decir eso, jamás has visto como es que describo eso-.

-no hace falta ver para creer- dijo y ya no contesté, solo me quejé. -bien, toma mis brazos así como estaba Alessa-.

-¿Dónde están tus brazos?-.

-oh- rió.

-lo vez, empezando a dar instrucciones nada precisas- juro que quería darle un golpe pero no sabía dónde estaba.

-bien bien- sentí que tomaron mi mano -acá estoy- aún no sentía seguridad, no dudaría que a medio camino tropezara, me cayera y él dejaría que todo el grupo se riera de mi, igual tarde o temprano habrá un momento en el que haga el ridículo pero prefiero que sea tarde y no ahora.

El cruzó sus brazos con los míos y comenzó a hablar: -derecha, izquierda- decía por cada paso que íbamos o hacia donde nos dirigíamos.

Tardamos pero álmenos fuimos la cuarta pareja en lograr abrir la caja donde habían más cosas posteriores a la actividad y a otras más.

Al terminar la clase nos dieron veinte minutos de descanso los cuales preferí estar un poco sola ya que Alessandra estaba hablando con ese chico y ser el mal tercio no sería lo mío.

No soy quien creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora