Capítulo 11

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Las ruedas del nuevo auto de color negro dió un último desliz antes de que el motor soltará un suave ronroneo que marcaba el final de su trayecto

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Las ruedas del nuevo auto de color negro dió un último desliz antes de que el motor soltará un suave ronroneo que marcaba el final de su trayecto. Fue entonces que Larissa dejó escapar un suspiro de distensión en cuanto el auto se quedó inmóvil fuera del domicilio con aspecto elegante, excéntrico, y si eras tan minucioso como ella, se podría decir que incluso frío.

Los orbes azules se clavaron en  la construcción frente suyo y Lala se quedó un momento contemplandola, aún no se acostumbraba a aquel lugar, a pesar de los meses que llevaba viviendo ahí, en compañía de sus padres.

Su abuela Esme, se ofreció a renovarles una de las casas localizada a las afueras de Forks, casi a los límites del pueblo, aún cerca de su escuela, aunque lo suficientemente lejos de la vieja residencia familiar a la que tanto echaba de menos.

L

a Hale, bajó del vehículo y entró en el domicilio, al menos el fin de semana había llegado y podría disfrutar de la libertad de su día. Solo quería llegar a su habitación para meterse a la ducha, relajarse, ponerse su pijama más cómoda y recostarse en su afelpada cama, disfrutando de una película que seguro sería una caricatura infantil.

La rubia entró en la estancia dejando que su mochila cayera contra el sofá, y se tiró ella también en el mismo sitio, disfrutó del silencio en el lugar, seguramente sus padres habían ido de cacería, así que tenía un largo tiempo para procastinar; tomó el control de la televisión, y rebuscó en la programación.

Miró el espacio vacío a su lado, y tomó el teléfono que no paraba de vibrar con mensajes constantes, que solo hablaban sobre las fiestas que organizaban sus compañeros del colegio, al parecer el tinte nostálgico de su último año en preparatoria era el motivo perfecto para ingerir cantidades estratosfericas de alcohol, con el beneficio de que su juventud ayudaba a qué la resaca se curará con un solo remedio casero. Sin embargo, ella no tenía humor para ir a ninguna de las celebraciones, aún con el permiso de sus padres, incluso había llegado a preguntarse si se había vuelto adicta a la adrenalina y todas la fiestas adolescentes habían perdido el sentido ahora que no tenía a nadie a quien desafiar.

Miró la pantalla del celular y mordió su labio inferior ligeramente, traía los labios partidos de tanto morderlos por ansiedad, desde aquella noche en el callejón sentía que no podía confiar de nuevo en sus instintos, y le hacía sentir una completa inútil en sus relaciones.

Siguió leyendo los mensajes de su dúo de amigas, planteándose la posibilidad de ir,  hasta que una ráfaga de viento le rozó el rostro, y el corazón le dió un vuelco al ver a la persona sentada a su lado.

—Oh mierda, casi me matas del maldito susto— la risa masculina llegó flotando hasta los oídos de la fémina, que se llevó una mano al pecho en un intento fallido por controlar su corazón desbocado— Yo si puedo morirme ¿Lo recuerdas?

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