Capitulo 12

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El silencio fluía tensó, era como si el tiempo se hubiera detenido entre ambos y ni siquiera el aire transitara dentro de su pequeña burbuja

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El silencio fluía tensó, era como si el tiempo se hubiera detenido entre ambos y ni siquiera el aire transitara dentro de su pequeña burbuja. Ninguno de los dos había hablado durante los quince minutos que llevaban viendo al techo, como si esa falta de comunicación fuera a resolver algo.

Ambos tenían aspecto de dos infantes regañados que acababan de hacer una travesura. Ninguno de los dos había hecho nada malo, mucho menos estaban siendo supervisados, pero tenían la extraña sensación de que si se acercaban un centímetro más, o siquiera se atrevían a mirarse, la situación se les saldría de las manos.

Dion odiaba su cuerpo humano en esos momentos; regularmente no le importaba cuando se mostraba atrevida o intrépida, cuando esa parte acechadora salía fuera de ella, tampoco cuando estaba con todos en casa, se divertía avergonzando a Edward con sus comentarios o pensamientos subidos de tono, y le encantaba las risas de Jasper y su forma única de seguirle el jugueteo candente, pero era una de las pocas veces que de verdad llegaba a experimentar una sensación tan arrasadora.

Era cierto que la pubertad había jugado con sus hormonas, llevandolas de extremo a extremo en escalas que ella no sabía eran humanamente posibles. Tener a su abuelo como su médico le ayudaba a saber lo que ocurría con ella, y su interés en la medicina también le daba seguridad sobre sus cambios, sin embargo, siempre había tenido el concepto de que nunca experimentaría esas emociones con alguien tan cercano a ella, mucho menos con un inmortal que podía sentir su corazón bombeante desenfrenado y la acumulación de su sangre en zonas que le daban vergüenza en este momento, a pesar de saber que era completamente natural.

"Natural" la palabra que más conflicto le causaba, nada en el mundo era natural, ni siquiera la propia naturaleza, o al menos no en el sentido en que la sociedad lo concebía.

La mejillas de la menor seguían rojas, sus ojos normalmente cristalinos como dos lagunas claras en un día de invierno, se encontraban de un azul profundo, casi del mismo tono que adquirían cuando usaba su método de autodefensa, como lo hacían llamarlo, pero sin duda no estaba a la defensiva, o al menos no que ella supiera.

Sentía el cosquilleo de la sangre corriendo por sus venas de una forma rápida que había sentido muy pocas veces. Le preocupaba estar sobrecargando al inmortal con lo que ella experimentaba y el limitado autocontrol que él poseía.

—Deberiamos irnos— el rubio fue el primero en hablar con algo parecido a la vergüenza al percibir el tono ronco de su voz y la forma en que la ponzoña se acumulaba en su boca.

—Mamá se enojará si sabe que fuí, bueno... Si sabe que Edward estuvo a más de tres kilómetros cerca de mí— el deje de una risilla escapó de los labios de la ojiazul, llevaba todo ese tiempo en silencio tratando de reprimir la hiperactividad que surcaba por su cuerpo y subía hasta inundarle los poros.

—Emmett y Rosalie están en el campo desde antes que salieras del colegio, tuve que ponerme de rodillas para que tu madre me permitiera recogerte.

—Es una pena, ya has visto que sé conducir— Dion lo miró por primera vez en todo el rato con la sonrisa radiante surcando hasta la parte más elevada de sus mejillas.

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