𝐕𝐈𝐈𝐈 ; lies and tears

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CAPÍTULO OCHO· • ❝〔 mentiras y lágrimas 〕❞ • ·una decisión sin remordimientos ; parte VIII

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CAPÍTULO OCHO
· • ❝〔 mentiras y lágrimas 〕❞ • ·
una decisión sin remordimientos ; parte VIII

Cuartel de la Legión de Reconocimiento. Muralla Trost. Año 839.

DESDE QUE ERA UNA NIÑA, IZARO tenía el intenso deseo de experimentar lo que era tener una pareja, de sentir ser amada por otra persona. Su corazón latía con fuerza cuando imaginaba caminar por las calles tomada de la mano, estar abrazada con su amado hombre y recibir sus cálidos besos que serían prueba del amor que ese hombre afortunado tenía por ella.

Era por eso que se había prometido a sí misma que su primer amor debía ser único y especial. El hombre que llegará a cautivar su corazón debía ser el primero en todo: pareja, beso, con quien tendría su primera vez... En su niñez, deseaba que ese alguien fuera un príncipe; en su preadolescencia, quería que fuera alguien de la nobleza; en la adolescencia sólo quería ser la mejor entre los reclutas de su tropa, aunque si le preguntaran por ello, hubiera dicho que el estatus no le importaba mucho; ahora, ya como una joven adulta, el único deseo que Izaro tenía en ese instante era que Erick Mitchell se muriera y, de paso, ardiera en el infierno.

Si es que había uno peor al que ya vivían encerrados en esas murallas.

El dolor que sentía por el golpe era insoportable, nunca creyó que Erick poseía tanta fuerza como para que pudiera romperle la nariz, tampoco pensó que él llegaría a ese punto de violencia. Las lágrimas estaban ahí, combinándose con la sangre que manchaba su rostro y mano que utilizaba para presionar su zona agredida, esperando que de esa manera el dolor desapareciera; la otra mano la usaba para apoyarse en la pared y guiarse por los pasillos del cuartel hasta llegar a su habitación.

El dolor le producía mareo e incluso náuseas, debía llegar lo más pronto posible a su cuarto para tratar la herida como correspondía, pero más importante, debía procurar que nadie la viera. Maldición. Le estaba costando en ese momento hacer esas dos cosas. Maldita sea, Erick, te odio. Te odio.

Llegó al pasillo donde las oficinas de los superiores se encontraban, lo cual la tranquilizó un poco ya que estar ahí le indicaba que unos pasillos más estaban las habitaciones, pero también le indicaba que la probabilidad de toparse con un superior era alta y ahí temía. No quería imaginar qué ocurriría si se topaba con alguno, o con el comandante Shadis, o peor, encontrarse con el capitán Erwin –de quien, por cierto, ya había pasado por la entrada su oficina sin problema alguno–. ¿Qué mentira debía de decir si la veían en ese estado? ¿La rabia qué sentía era suficientemente incontrolable como para exponer a Erick? ¿Qué debía hacer?

BLEEDING OUT ── levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora