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Aunque seguramente él ya sabía la respuesta decidí mentir.
- Sí, sólo quiero que esos niños estén bien.
- Lo están.
- No es cierto.
- ¿Me vas a explicar de una vez qué es lo que te pasa por la cabeza?
Me pasé la mano por el pelo nerviosa y le aparté la mirada.
- Yo empecé como ellos, ¿sabes?, en un orfanato, cambiando de familia como me cambiada de calcetines. No pasaba más de dos meses en la misma casa - cogí aire - Sentir que no encajas en ningún lado, que nadie te quiere es lo peor del mundo - noté cómo se me iban humedeciendo los ojos - Por eso me escapé y empecé a robar para poder comer. No quiero que estos niños tengan esa vida, no quiero que sean como yo.
Sam me cogió la mano con fuerza.
- Eres la persona más fuerte que conozco y esos niños te admiran, yo te admiro.
- Sólo lo dices para hacerme sentir mejor.
- No.
Dejó la silla en la que estaba y se arrodilló a mi lado. Me pasó la mano por la mejilla.
- ¿Alguna vez te he mentido?
Negué con la cabeza, no estaba segura de poder articular palabra. Él se dió cuenta y me rodeó con sus brazos. Hundí el rostro en si cuello y me desahogué como nunca antes había hecho.
