Me acerqué lentamente a Sam. No podía creerlo. Había pasado un año desde que lo había visto desaparecer en un agujero en el suelo para acabar con Lucifer y ahora estaba allí. Rocé su pecho con mis dedos.
- ¿Cuándo volviste?
- Poco después de haber desaparecido.
- ¿Cómo? - me separé de él - ¿Por qué has tardado tanto en venir?
- Quería que tuvieras una vida normal, es lo que hablamos.
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- Entonces, si esa criatura no hubiera venido a por mí, ¿me habrías hecho creer para siempre que estabas muerto?
No respondió, pero eso fue respuesta más que suficiente.
- Eres un gilipollas.
- _________ entiéndeme.
- ¿Que te entienda? ¿Sabes la de días que me he pasado llorando? ¿La de veces que pensé en beber hasta que no doliera?
- Fui a verte un día. Me enteré de que habías empezado la universidad de nuevo así que fui a verte, a decirte que estaba de vuelta. Tú tenías la exposición de un trabajo. Me senté al fondo de la sala y te escuché. Estaba flipando, ese era tu sitio, no en moteles cuchambrosos y cazando bichos en casas abandonadas. Poco antes de que terminaras me fui y decidí que estarías mejor por tu cuenta, mejor sin mi.
- Puede ser, seguramente sí que lo sea. ¿Pero sabes qué Sam? Que eso no era decisión tuya.
