45. Lucifer

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Abrí los ojos de repente. Todavía no había amanecido. Últimamente no había podido dormir mucho, pero supe a la perfección que esto de hoy no se debía a la mismo que las otras noches. 

Saqué el arma que guardaba debajo de la almohada y apunté al hombre que estaba sentado en la silla del comedor.

- ¿Por qué no la bajas? Sabes que eso es inútil contra mí - me dijo, pero yo no me moví - Además, si te quisiera muerta lo estarías ya y lo sabes.

Tiré la pistola a la cama. 

- ¿Qué es lo que quieres?

- Hablar contigo. ¿Cómo estás?

La pregunta me descuadró, hacía tiempo que nadie me preguntaba eso.

- Cansada, con nauseas, ya sabes, embarazada.

- Estás preocupada.

Tragué saliva.

- Preocupada por tu hijo - siguió hablando mientras se levantaba - Sabes lo que se viene y eres consciente de que no puedes protegerlo. Ni siquiera su padre, por mucho que te haya prometido manteneros a los dos a salvo, no puede hacerlo. Los Winchesters están condenados.

- ¿A qué viene todo esto?

- Ven conmigo. Me aseguraré de que no os falte de nada.

- ¿Y qué ganas tú con eso?

- No busco ganar nada.

- Eres el diablo, tú siempre buscas algún beneficio propio.

- Te lo dije la primera vez que nos vimos y te lo repito ahora: yo nunca te mentiría, nunca trataría de engañarte - extendió la mano hacia mí - Vente.

- Te lo dije la primera vez que nos vimos y te lo repito ahora: yo nunca te mentiría, nunca trataría de engañarte - extendió la mano hacia mí - Vente

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Miré su mano y luego a él. Intentaba descifrar su rostro, buscando alguna pista sobre qué es lo que estaba ocurriendo o lo que quería en realidad. Sin embargo, no conseguí dilucidar nada.

- Lo entiendo. Vine de nuevo al mundo con una promesa de Apocalipsis y ahora vengo aquí para prometerte otra cosa completamente distinta. Te dejaré pensarlo. Volveré en dos días.

Se acercó a mí. Por un momento pensé que no dejaría ningún espacio entre nuestros cuerpos, pero agradecí que mantuviera una distancia prudencial.

- Diablo no es una palabra que me guste mucho para definirme, no soy tan malo como puedo parecer.

Y antes de que me diera cuenta volvía a estar sola. Instintivamente me llevé la mano hacia la barriga y mi bebé me dio una patadita.

Me volví a meter en la cama y, aunque lo intenté, no podía sacarme las palabras de Lucifer de la cabeza. ¿De verdad podía protegernos? Y una pregunta mejor, ¿por qué lo haría? ¿Por qué a nosotros?

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