Sam me miró con los ojos muy abiertos desde el suelo de la habitación.
- ¿Has matado a tres demonios? ¿Tú sola?
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- Si y tenemos que irnos ahora mismo.
- Pero, ¿cómo es posible? - me preguntó mientras me seguía por los pasillos de la casa en dirección a mi coche.
- Puede que no haya sido del todo sincera contigo Sam.
- ¿A qué te refieres?
- Abre la puerta trasera.
- ¿No me dijiste que estaban rotas? Por eso hay una pantalla negra entre los asientos de delante y los de atrás.
- Hazme caso o súbete al coche, pero lo que hagas hazlo rápido.
La curiosidad pudo con él y cuando abrió la puerta unos cajones retráctiles salieron y dejaron al descubierto una impresionante colección de armas y objetos para luchar contra los sobrenaturales.
- ¿Qué se supone que es esto? - me preguntó sacando lo primero que pilló.
- Una bala modificada, la parte exterior se destruye y deja que salga la sangre de muerto que lleva dentro.
Sam no salía de su asombro.
- ¿Y por qué yo no sabía sobre nada de esto?
- Más demonios vienen de camino, ¿de verdad quieres discutir esto ahora mismo? - le dije mientras cerraba la puerta de atrás escondiendo todo mi arsenal.
- Si.
- Sam por favor sube al coche tendremos tiempo de hablar cuando nos alejemos de aquí.
- ¿Y cómo sé que no me estás mintiendo de nuevo?
- Tienes dos opciones, o te quedas aquí y seguramente mueras o te arriesgas a subirte al coche y vives.
No hizo falta más, Sam se sentó en el copiloto y yo pisé el acelerador para salir de allí lo más rápidamente posible.
