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"7.30 am gente hermosa ¿cómo andan? Muy buenos días, San Petersburgo. Soy Kate Hudson y estamos todos juntos en la 104.3. Una mañana hermosa con un sol radiante y el cielo despejar..."

Golpee el despertador con la mano provocando que cayera directo al piso y se desarmara. Tengo que admitirlo, no me levantaba con el mejor humor y mucho menos si tenía que escuchar la voz de Kate Hudson retumbando en mí cabeza desde muy temprano -Maldita Kate – murmuré dormida. Giré sobre la cama quedando boca arriba y mirando el techo con las sabanas a la altura de mi panza y mis brazos a los costados.

-¿Yer? - la mucama de la casa se asomó a la habitación por detrás de la puerta. Hace más de 15 años que trabajaba para nosotros, prácticamente era una madre para mí. El tiempo con mi verdadera mamá no era aprovechado tanto como con. Levanté la cabeza para mirarla y saludarla con la mano – Hay una llamada por skype de parte de la Señorita Nareesha – rodeé los ojos.

-¿Podrás atender el llamado? Y, por favor, decile que me espere un rato. En cinco me levanto y voy.

-Por supuesto Señorita Yer – curvee los labios hacia arriba enseñando una sonrisa.

-Dasha- me senté sobre el colchón y entrelacé mis piernas como indio- Llevas mucho tiempo con nosotros para que me llames así.

-Es la costumbre, Yerik – volví a sonreír y Dasha desapareció detrás de la puerta. Solté un bufido y salté de la cama directo al baño. Dejé correr el agua para mojarme el rostro y volví a la habitación para buscar algo de ropa. Deslice una camisa beige con flores sobre mi torso haciendo juego con un pantalón estilo pollera de color verde y unos zapatos de tacón. Bajé la escalera corriendo y fui directo a la cocina. Arriba de la mesa que se encontraba en medio de ella, estaba mi computadora. Corrí hacia el taburete alto y me senté frente a mi laptop.

Allí estaba ella, con su piel morena reluciente y sin un gramo de maquillaje encima. Nare me miró y solamente bufó ante mi presencia – Era hora que aparecieras ¿Qué estabas haciendo? – preguntó en inglés con un dulce acento francés que, por cierto, a veces me cuesta entender. Mejor dicho, casi todo el tiempo. Tiene demasiada fluidez para expresarse y yo tengo un serio problema auditivo cuando se trata de otros idiomas.

-Nare, no te entendí nada. ¿Podrías hablar más despacio, por favor? – Su cara lo decía todo, mi inglés era terrible.

-Está bien. Dije que era hora de que aparecieras ¿Tanto vas a dormir?

-Son las 7 de la mañana, querida. No esperes mucho de mí.

-Podría esperar demasiado viniendo de vos – dijo con ironía - ¿Cómo vas con la facultad?

Me acomodé sobre el taburete y alcancé una taza que había atrás de mi laptop -Ya sabes la historia que tengo con eso. Lo único que hago es estudiar y así tengo las notas altas.

-Me parece bien, pero a veces mucho estudio agota.

-Ni me lo digas. Estaría deseando un buen cambiando en mi vida para disfrutarla un poco más. A veces, la vida perfecta agota -apoyé el codo sobre el mármol gris y descansé mi mejilla sobre la mano. Dasha volcó el café dentro de la taza que había alcanzado y rápidamente sentí ese perfecto aroma invadir mis fosas nasales.

-Lo sé, Yer. Espero con ansías que algún día puedas venir a Londres y conocer la ciudad. Definitivamente tiene su toque. Te voy a llevar a conocer todo, hasta el más mínimo detalle.

-Espero que sea así – dije decepcionada e ilusionada a la vez.

Eché una mirada por encima de la pantalla, del otro lado de la mesada había una pila de cartas. Me levanté del taburete para mirarlas. Entre ellas había un sobre blanco sin abrir. En la parte frontal tenía escrito mi nombre y apellido "Destinario: Yerik Ivanov" y en la parte superior derecha estaba el escudo y el nombre de la Universidad estatal de San Petersburgo. Volví al taburete, sin despegar los ojos del sobre.

Amigos Con Derechos: Donde todo comienza (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora