VI

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El salón principal del castillo de Nedhia tenía un espacio extremadamente grande que había sido diseñado años atrás con el solo fin de festejar entre aquellos muros las fiestas o los eventos importantes, ceremonias que habían sido convertidas en una tradición para la dinastía Han y que se respetaban como la fiesta de té todos los primero de septiembre, dónde las reinas de los reinos vecinos visitaban el castillo a tener una merienda compartida.

Jisung no era fanático de esas fiestas que se celebraban con un solo fin en específico, de hecho, te prohíben ir a menos que superes los dieciséis años, pues la mayoría se comprometían en esas fechas y el consideraba eso una ventaja, si no iba, no conocería una bella princesa de la cual forzadamente debería enamorarse para vivir a su lado una eternidad que no debería corresponderle, pero que iba de la mano con el precio de una corona dorada.

Adoraba visitar esa enorme sala, las esculturas hechas a mano que decoraban las esquinas, las luces colgando desde el techo en un candelabro que, en un horario fijo, daba un reflejo del sol que el príncipe apreciaba y cómo los ventanales mostraban el jardín de su castillo como si no existiera un vidrio entre el exterior y el interior.

Simplemente... el silencio de una habitación extremadamente grande que, durante la presencia de la luna, se completaba el vacío con una música suave y especial mientras las personas se dejaban llevar entre partituras desconocidas y pasos inventados. Jisung adoraba muchas cosas, como también detestaba otras.

Cómo, por ejemplo, el hecho de que, a dónde sea que vaya, sus hermanos estarían ahí haciendo presencia para molestar su existencia misma, pues alguien que adora el silencio, no es fanático del ruidoso ser humano. Uno simplemente se acostumbra, ¿no es así?

—Qué horrible color —opinó Hyunjin, subiendo su mano a su boca y tapando con dramatismo esa zona. Seungmin se apoyó en una columna sólo para mirar la flor que tenía delante Hyunjin y que parecía odiar—. Comienzo a pensar que tu gama de colores no sobrepasa los tonos tierra. ¿Acaso sabes lo que es un rosado o un azul? Jisung, ¡el rojo existe! Por favor, esto va a acabar conmigo.

Hyunjin rodó los ojos, hiperventilando con su mano y logrando que Jisung hiciera una mueca de desentendimiento. Adoraba los colores tierra y el blanco porque simplemente combinaban bien, además, había varias flores amarillas en jarrones de cerámica. ¿No podía simplemente aceptar que su estilo no abarcaba lo llamativo?

Jisung era alguien simple, odiaba la atención, pero en cuanto se puso aquel traje dorado y el chico del antifaz le miró como si fuera la única estrella brillando en el vacío cielo, se sintió por unos segundos importante para un par de ojos.

Oh, otra vez estaba pensando en él. ¿No debería haber enterrado ese pensamiento hace tiempo?

—Así como tú me exiges comprender la belleza de los colores llamativos y primarios, tú deberías comenzar a ver el arte de un marrón pastel o un blanco suave mezclado con el naranja de un atardecer —se quejó Jisung, caminando recto hasta la mesa que decoraba una pared entera y viendo que los platos estuvieran colocados en su lugar.

—Es que es imposible cuando los veo en todos lados. Seungmin, dile que el morado es precioso. —Hyunjin extendió la mano para que el menor pudiera tener su momento especial de estar de su lado.

—Lo siento, Hyunjin, pero estás siendo molesto. Ni siquiera es tu fiesta, el que va a buscar esposa es Jisung, no tú. Deja que decore el salón con flores blancas y amarillas, no vas a morir por ello —dijo el menor, aún apoyado en la columna y mirando como con cada palabra, Hyunjin se ofendía más y más.

—Ah... Está bien, intentaré no morir por esto —aceptó soltando un suspiro y colocando su mano en el pecho. Seungmin negó suavemente por ese dramatismo exagerado.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora