XX

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Minho acarició suavemente el pelaje del caballo que tenía delante. Siempre se preguntó porque los animales se veían tan increíbles siendo todos tan distintos y acordes a su naturaleza y aun así, la gente solía tratarlos como inferiores. ¿Era por la capacidad de razonar que tenía el ser humano? Pues muy razonable no era que un ser vivo tuviera que sufrir por sus deseos.

¿Por qué la vida en sí debía ser un triángulo eterno? Gente arriba, gente abajo. Siempre existía una punta de poder y los bordes abandonados para gente sin esperanza de subir a respirar un aire limpio de nuevo.

Simplemente, le costaba entender la vida; el deseo de poder.

¿Dónde quedaban aquellos que nacían sin esperanza? ¿En una esquina de oscuridad eterna? Por supuesto, lo que menos pensaban esas personas era subir hasta arriba y quizás, como Minho vivía en ese rincón, entendía a la perfección el uso de los animales para sentirse superiores.

No es que tuviera algún peso su opinión, pero crecer en los suburbios te hace ver el mundo desde abajo y entender los rincones carentes de vida.

La puerta del establo se abrió, Jeongin apareció con un rastrillo levantando el heno del suelo y cantando una suave melodía. Minho acarició a Soonie con ternura mientras se subía lentamente al caballo. Jeongin alzó la vista y con una sonrisa apoyó su mejilla en la punta del palo del rastrillo.

—Últimamente estás saliendo mucho. ¿No crees? —dijo el menor, su cabello caía despeinado sobre su frente y sus ojos opacos se inyectaban en Minho con toda la intención de sacarle algo de información—. Tiene que ser importante para levantarse temprano incluso un viernes. ¿A dónde vas con tanta calma y constancia?

—Voy al pueblo a juntarme con bandidos —mintió Minho, divertido por la curiosidad del chico—. Nos turnamos las casas y le robamos a los ciudadanos de Alsanne. Hoy nos toca ir a Nedhia. ¿Quieres que robe algo para ti, Innie?

—¿Siempre eres tan sarcástico?

—¿Y tú tan metiche? Vamos, deja de hacer preguntas.

Minho le hizo un ademán con burla mientras Jeongin rodaba los ojos y con la misma sonrisa de siempre abría la enorme puerta de madera para ayudarlo a salir.

—¿De verdad no vas a decirme nada? Paso tres días de la semana trabajando en este establo completamente solo porque tú ahora te vas. Al menos dame algo que pensar el resto del día.

—Bien. —Minho bufó, pero una sonrisa se dibujó con malicia en sus labios—. Jeongin, ¿alguna vez conociste a un hombre que se enamorara de otro hombre?

Los ojos de Jeongin se abrieron con sorpresa y se incorporó en su lugar con rapidez. Minho acomodó los bordes de su camisa con despreocupación.

—No puedes estar hablando en serio —respondió atónito Jeongin.

—No he mencionado mi nombre en ningún momento. Tú querías algo en que pensar. Piensa en eso y dime al final del día qué opinas.

—Pero ¿con quién voy a discutirlo? Nadie nunca me habló de ese tipo de romance.

—No, Jeongin. No lo discutas con nadie. Arma tu propio pensamiento y luego sal al mundo a discutirlo. Si sales vacío, van a llenarte.

Minho terminó de acomodar su camisa y miró al chico sorprendido con burla. Parecía estar en su propio conflicto mental.

—¿Realmente sales seguido por un hombre? —insistió.

—¿Es eso un problema para ti, Innie? —se burló el mayor, mirando como Jeongin sonreía ante el tierno apodo. Era sencillo lograr esa curva.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora