XXVIII

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Minho abrió los ojos levemente, acostumbrándose a la luz del día que entraba por la ventana al final de la cabaña y dejaba en el aire las notorias partículas flotando. Miró la habitación, el paisaje lleno de girasoles que se abría por la misma ventana, el piano abandonado en la esquina y luego vio el cabello rubio de Jisung al frente suyo, dándole la espalda, acostado a su lado mientras el brazo de Minho rodeaba su cintura y mantenía una respiración tranquila por el sueño.

Una sonrisa inconsciente se formó en su rostro, impregnando su interior con esa comodidad invasora. Con ese sentimiento cálido en su pecho y con esa emoción de parecer tenerlo todo, y a su vez, ser tan fácil perderlo que la preocupación también recurría por sus emociones.

Minho tenía tres cosas en la vida que no se permitiría jamás perder: la escritura y la manera tan sencilla de expresarse entre renglones, Chris y su ayuda constante para convertir su infancia en un infierno menos horrible, y por último, Jisung... El príncipe de cabello rubio, destinado a una mujer y aun así, con un sentimiento desviado al que el mundo espera, convirtiéndolo en la maravilla más hermosa de todas.

Se movió en su lugar suavemente procurando no despertar al menor, sacó lentamente su brazo y dejó el sillón con mucho cuidado. Se colocó los zapatos, se miró en el espejo del baño acomodando su descuidado cabello negro y tomó una pequeña manta del armario para salir directo afuera.

Caminó con la manta rodeando su cuerpo, viendo el reflejo del sol matutino en los pétalos de aquellas preciosas flores, notando el modo en que los árboles se movían de un lado al otro en el inicio de la primavera. La estación donde por las mañanas y durante la caída del sol soplaba un aire fresco, más en el día la estrella te recordaba la maravilla de una buena sombra.

El pasto comenzaba a tomar colores verdes y cargados de vida, los sonidos de la naturaleza dominaban cada esquina y el modo en que todo se veía tan tranquilo llegó a confirmarle que podía pertenecer ahí. Que podía encontrar su lugar si se lo proponía.

Nacer hijo de un no-matrimonio debería dejar de ser un castigo cuando no decides como venir al mundo, pero acomodar esa idea en cabezas ajenas era tan difícil como prometerle a Jisung que esa semana no sería la última de todas.

Y mientras cubría sus brazos con la manta, se propuso decírselo cuando el momento fuera el correcto, cuando su corazón ya estuviese al borde del abismo al que estaba destinado, allí se lo diría. Le diría que él no era un barón, su nombre no era Lee Know y que se iría algún día de allí para encontrar su final feliz. Que era un egoísta, que se había metido en su vida solo para buscar un barco entre tanto océano y que algún día debería volver a la orilla, olvidar las olas y abandonar el barco para siempre.

Realmente, muy en el fondo, deseó que, aun después de la verdad, Jisung se quedara y le pidiera quedarse. Pues su nombre y el título que se escribía antes eran falsos, pero la personalidad que le mostró siempre fue la más sincera.

Al final, Minho se alejaba de todos y era donde más dolía, pues lo hacía por cuenta propia, para no quemar a los demás con su fuego interior; su mala postura ante el mundo. Era su infierno, no todos debían vivir en él.

Su cabeza era un torbellino de pensamientos y emociones mezcladas que se vieron obligadas a apartarse cuando unos brazos rodearon su cintura y la barbilla de Jisung se apoyó en su hombro, mirando el campo que tenían delante y respirando suavemente en el cuello del más alto.

El corazón de Minho se aceleró y estaba seguro de que no importaba cuánto tiempo pasara, siempre se aceleraría ante la presencia del príncipe.

—¿Qué haces despierto? —preguntó Jisung, arrollando su cabeza en el hombro de Minho como si fuera un niño pequeño.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora