XXXVII

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El aire corría libremente afuera, pero Jisung sintió que le era insuficiente. Sintió su pecho oprimirse, sus pulmones captaron una reserva de aire que se mantuvo allí unos segundos antes de soltarla en un sollozo. Su cabeza le había jugado en contra, estaba seguro de aquello.

Las primeras palabras que le dijo Minho cuando se conocieron era imposible que sonara de esa manera en su cabeza. Había llevado el deseo a la locura. Quizás la tristeza dejaba alucinaciones en los corazones rotos irrecuperables. Quizás Jisung tenía al diablo en su espalda invitándolo a caer en la paranoia y la obsesión.

Relamió sus labios, dejó que sus ojos se cerraran y respiró profundamente antes de volver a pisar tierra, pero de más estaba decir que Jisung no iba a darse la vuelta. No cuando el castillo lleno de luces que tenía al frente le era una salvación para no perder la poca estabilidad mental y emocional que le quedaba. Jisung no iba a caer en los juegos de la locura. No iba a decepcionarse dándose la vuelta y encontrándose el aire tenso y el silencio de una noche invernal.

—Jisung —llamó.

El suave susurro que llegó a los oídos del susodicho lo obligaron a girarse sin más, golpeando su rostro con su cabello rubio ya demasiado largo y perdiendo por completo el aliento.

Parado en el camino de piedras, justo al lado de la fuente como la primera vez, con un traje negro lleno de plumas y un antifaz a juego con varios detalles dorados, se encontraba un chico de estatura alta, con su postura intacta, su nariz recta saliendo por debajo del antifaz y sus labios apretados con nerviosismo. Se veía calmado, pero había lágrimas atoradas en sus ojos. Jisung ya no se sentía capaz de mantenerse de pie por mucho tiempo.

—No. No, no voy a creerte. Tú no estás aquí. —Jisung comenzó a respirar con dificultad, su boca se abría para soltar palabras coherentes, pero de ella solo salían suspiros y sollozos—. Tú estás muerto y yo debo dejarte ir. Basta, dejame en paz.

Se tuvo que sostener de uno de los bancos en medio del camino de piedra para no caerse directo al suelo. El chico de negro dio un paso al frente, pero Jisung le alzó la mano y con un ademán le pidió que no lo hiciera.

—Si estoy aquí. Vine a explicártelo todo. —Su voz era igual a como sus sueños la recordaban. Jisung sintió cómo su corazón se aceleraba con un reflejo de los deseos del alma, unos falsos ojos oscuros y un sentimiento que había intentado un año entero ahogar.

—No. —Jisung tapó su boca para ahogar un sollozo y se dio la vuelta, buscando juntar aire en sus pulmones y tranquilizar su pecho. Las lágrimas caían por sus mejillas y se creía incapaz de poder volver a vivir una vida normal si cada dos segundos, Minho aparecía en sus pensamientos y ahora, también en la vida. Eso ya era demasiado—. Recibí la maldita carta. ¡La tengo guardada en mi mente, haciendo eco cada vez que el silencio reina aquí dentro! Tú estás muerto, yo lloré por ti tres meses enteros, todas las malditas noches. ¡No estás aquí! ¡No tienes que estarlo! ¡Deja de atormentarme!

—Jisung —pidió el mayor, acercándose unos pasos mientras él retrocedía con dolor en sus ojos—. Quiero que escuches y así entiendas. ¿Puedes hacer eso, por favor? Para todo existe una explicación. Mereces una, dejame dártela.

Jisung sintió sus sollozos volverse involuntarios. Soltaba lágrimas sin piedad y sabía que pronto, a causa de los nervios, comenzaría a llevar sus uñas a sus labios y a perderse por completo.

¿Realmente Minho estaba ahí? ¿No era otra mala jugada de su cabeza? Su corazón ya no latía en su pecho, lo hacía a kilómetros de su cuerpo.

—Estoy perdiendo la cabeza —farfulló Jisung, buscando tranquilizar su agitada respiración.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora