XXXII

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La noche se presentaba oscura en las afueras del castillo. Las luces se encontraban apagadas en la mayoría de los pasillos y las pequeñas velas nocturnas comenzaban a ser insignificantes con el brillo de la luna en el cielo entrando por los ventanales.

Las temperaturas habían dado un descenso preocupante para ser inicios de primavera y los sonidos se mezclaban entre charlas nocturnas de guardias que divagaban por los pasillos y la naturaleza misma; grillos, viento o incluso un ave de regreso a su nido o lista para la caza en caso contrario.

Jisung se movió con cuidado, cada uno de sus pasos hasta los calabozos fue más suave y lento que el anterior. Recordando sus lecciones de baile donde debía sentir que era una pluma en el aire, recordando algo estricto y que odiaba solo para realizar la travesura más preciosa de todas. Salvar el corazón de una persona que no merecía todo ese dolor que la vida lo obligaba a enfrentar.

Bajó a los sótanos, caminó por entre las escaleras de piedra con una vela que se robó en el camino y se asomó por la última esquina antes de los calabozos personales. Volvió a su lugar, respiró hondo, concentró toda su atención en su subconsciente y trató de calmarlo. Estaba correcto, sus pensamientos estaban bien y él no era un traidor a la corona. ¿Verdad?

De cualquier forma, incluso si era rechazado del trono e indigno a un apellido, Jisung continuaría yendo hasta esos barrotes de hierro para sacar del interior a la más bella oscuridad atrapada en un mundo con antorchas dispuestas a quemarlo y exponerlo todo.

Volvió a asomarse. Esta vez, para confirmar que los guardias estaban ahí. En cuanto los vio, se comenzó a preguntar cuando Hyunjin haría su siguiente movida. Tenía que esperar que el lugar quedara abandonado para poder entrar. Y mientras planeaba un nuevo plan en su cabeza por si el de Hyunjin no llegaba pronto, un grito horrible se escuchó desde el interior del castillo.

Un par de metros más arriba, gritos tan desgarradores como aquellos que describen en los viejos libros de terror en la biblioteca.

Los guardias se miraron entre ellos, miraron el interior de la celda y por último, tomaron sus armas de manera torpe y corrieron por las mismas escaleras que Jisung había usado minutos antes de esconderse detrás de unos barriles, cadenas y pedazos de madera sueltos. Ese sótano realmente era digno de criar ratas.

El príncipe no tardó más de dos segundos en correr al lugar donde antes estaban los guardias. Miró celda por celda deteniéndose exclusivamente en aquella a oscuras en una esquina del sótano. Sus manos se apoyaron en las rejas mientras su corazón abandonaba su cuerpo y se caía directo al suelo, rompiéndose en miles de pedazos que luego le costaría años volver a unir.

Minho estaba tirado en el suelo, tiritando de un frío psicológico por el miedo y escondiendo su rostro en el interior de sus rodillas.

Jisung apoyó las llaves en la cerradura con cierto temblor, deseoso de tomar ese pequeño ser vivo que aspiraba a dar una imagen fuerte y simpática, para luego romperse solo. Abrió la puerta de la celda y no tardó mucho en acercarse a Minho, dándole espacio para no atacarlo de golpe y sacudiendo su cuerpo tan suave como una brisa de primavera.

—¿Lee Know? —murmuró con miedo de asustarlo.

Minho se movió en su lugar, abriendo los ojos con cansancio y soltando un sollozo involuntario apenas se despertó. Trato de asimilar la situación y en unos segundos ya estaba mostrando total sorpresa por la presencia del príncipe allí, sobre todo cuando lo último que esperaba ver de él era su rostro en la corte real, gritando entre lágrimas que le permitieran algo imposible.

—¿Realmente estás aquí? —susurró, ahogando ese sonido en su garganta por el llanto y causando mucho dolor en el pecho de Jisung.

—¿Creíste que te abandonaría tan fácilmente?

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora