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Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Deuteronomio 6:5.

*Tres meses antes*

-Mi nombre es Harry Edward Styles, nací el primer día de febrero de mil novecientos noventa y cuatro, y fui bautizado como hijo de Dios el día veintiocho de abril de mil novecientos noventa y cuatro.  A partir de éste día, encomiendo mi alma y mi vida al servicio total de Dios, mi señor, para que pueda servir a su completa voluntad y cumplir los propósitos que Él tenga para mi en la vida terrenal".

Harry se encontraba al pie del altar principal de la capilla, solo con un cortejo de monjas y el obispo presentes.

-Por el poder que Dios y la Santa Iglesia Católica han conferido en mí, encomiendo el alma y la vida terrenal de Harry Edward Styles al servicio de Dios, Nuestro Señor, para cumplir con su mandato y expandir su palabra por el mundo y servir a su iglesia.

Por fin había llegado el día, después de años estudiando y dedicándose por completo a la escuela sacerdotal, en que se convertía oficialmente en sacerdote y estaría completamente entregado a su vocación con Dios.

Estaba muy tranquilo por eso, después de la ceremonia su familia hizo una gran fiesta, hubo música y pastel en su honor, y el alivio que Harry sentía al ver a su familia feliz y orgullosa de él eclipsaba cualquier otro sentimiento.

-Mi hijo es un siervo de nuestro Señor - dijo su padre, abrazándolo por los hombros - que orgulloso estoy de ti, Harry.

Sí, estaba muy aliviado.

Casi feliz.

Casi.

Esa noche, al hacer sus oraciones, le agradeció a Dios por mostrarle el camino correcto y guiarlo hacia él. Pero algo extraño ocurrió, y fue que, donde normalmente estaba la respuesta que Dios le daba, la cual se manifestaba en forma de una profunda paz en su corazón, no había nada.

Como si Dios no estuviera de acuerdo. O quizá no era nada más que su mente jugándole una mala pasada.

Cerró los ojos, tratando de encontrarla. Cuando no lo logró, se dijo que eventualmente ahí estaría, cuando comenzara a entrar en sus funciones como sacerdote y tomara el debido amor por su profesión.

Todo iba a estar bien.

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*Algunos días después*

El detalle fue que, como una pésima broma de Dios o del destino, el mismo día que empezaba su nueva vida como sacerdote, conoció el cielo en los ojos de Louis Tomlinson.

¿Acaso ahí, como dice la Biblia, se encontraba Dios?

Él no lo sabía. Lo único de lo que estaba seguro era de la paz que sentía al mirarlos.

Con ese pensamiento en mente, comenzó a buscarlos, primero inconscientemente y después con toda la intención de verlos y admirar la forma en que brillaban. Porque le gustaban. Todas y cada una de las pequeñas cosas que encontraba en los ojos de Louis lo tenían fascinado. Sobre todo era su color, tan similar al del cielo en verano, tan azul y bonito que dudaba que existiera un color así en el mundo, y, si lo había, él podría vivir felizmente en un cuarto de ese color, rodeado de adornos del mismo color y usando ropa de ese tono exacto. También tenían un brillo y una sinceridad tan latente que cuando Louis lo miraba no podía sentir más que un nerviosismo agradable que le corría por el cuerpo como una corriente eléctrica y que inequívocamente le hacía sonreír y sonrojarse.

Take me to churchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora