Era temprano, no acostumbraba levantarme antes de las diez, pero ese día mis ojos no lograban cerrarse, y hoy deseo haber descansado mas. Las noticias de toda esa semana me habían mantenido despierta la mayor parte de la noche. Al parecer, un misterioso brote comenzaba esparcirse por el país, generando un riesgo de muerte para todas las personas que vivieran en las grandes ciudades y sus alrededores. Houston, Texas, es considerada una ciudad grande, y yo vivía a unos diez kilómetros de ella, así que el temor de que aquel brote desconocido nos afectara a mi y a mi familia me quitaba el sueño. La televisión, la radio, Internet, aconsejaban que nos quedáramos en casa, y evitemos salir afuera solos, hasta que todo fuera resuelto por las grandes fuerzas de los Estados Unidos. O eso era lo que debía pasar. Aún no tenía muy claro que causaba la epidemia, o que la había causado, pero sabía que era peligrosa, y no quería averiguar que pasaba cuando te afectaba.
Rodee la taza con café con ambas manos, y el calor de ella hizo que tuviera que apartar un poco los dedos. No se cuanto tiempo pasó , hasta que decidí que quería ir a caminar. Sabía que estaba mal, pero de todas formas, estaba noventa por ciento segura de que nada ocurriría. Tomé una hoja de papel, y con caligrafía desprolija escribí que iría a caminar, y que me esperen para almorzar si es que me tardaba mucho, acto seguido abandoné la casa.
El aire de allí siempre era fresco, vivíamos en una pequeña cabaña en el bosque, pero no éramos campesino estúpidos como los estereotipos del hombre de campo dicen, mi hermano Kevin y yo asistíamos a la universidad en Houston, y de hecho, vivíamos allí, pero como eran vacaciones, nuestros padres decidieron que podíamos quedarnos unas semanas con ellos antes de que empezaran las clases. Con esto del brote, toda la familia estuvo de acuerdo en que podíamos estar allí unos días mas, apartados de la ciudad, solo por si acaso.
Me encantaba salir a caminar por allí, era algo tan distinto a la alocada vida que tenía en Houston, la paz me hacía sentir real, eso era lo mejor de todo. Lo raro era que no veía ningún auto por la carretera, y siempre que salía me encontraba con al menos uno o dos. Supuse que la epidemia había hecho que nadie saliera, así que no me preocupé demasiado.
Me había apartado bastante, de hecho, me había adentrado en el bosque, y había caminado hasta un claro que solía frecuentar con Kevin, me senté allí, y por unos minutos que eran casi interminables, cerré los ojos y solo disfruté de la tranquilidad y la soledad de estar allí.
Pero entonces el sonido de pasos acelerados hacia mi me hizo abrir los ojos sobresaltada. Volteé mi rostro hacia donde provenían los pasos y vi que quien corría era mi hermano, Kevin.
-¡Kevin!- Exclamé extrañada al ver su cara de desesperación y apuro.- ¿Que pasó?-
-¡Isis! Tenemos que volver, los policías vinieron a buscarnos, dijeron que la ciudad ya no es segura, quieren llevarnos a Atlanta, pero tenemos que correr o van a dejarnos.- En ese momento sentí una extraña sensación, como si estuviera teniendo un mal presentimiento, sin embargo, no le dí importancia, y comencé a correr a la casa, seguida por Kevin.
A decir verdad, no era ninguna atleta, jamás lo fui, y jamás lo seré, por lo cual, me agité demasiado en la corrida hasta nuestro hogar, pero no me detuve en ningún segundo, no quería que nos dejaran aquí, y tampoco quería quedarme cerca de la ciudad si ya no era segura. Tardamos bastante en llegar, ya que yo había caminado aproximadamente media hora.
Al encontrar mi casa, el mundo se vino sobre mis hombros, la camioneta del gobierno no estaba. Mi hermano llegó jadeando y me miró con una inmensa preocupación en los ojos. Negué con la cabeza y dí mi último esfuerzo cruzando la carretera para llegar a mi casa.
Al entrar, confirmamos lo que habíamos pensado, se habían ido. Mi madre se había llevado las fotos familiares que estaban sobre el pequeño armario de la sala de estar, y mi padre se había llevado ese álbum que el abuelo le había regalado antes de morir. Ya no estaban. ¿Que íbamos a hacer?
Mis manos empezaron a sudar, y las pasaba nerviosamente por mi cabello una y otra vez, intentando aminorar el temblor que se había apoderado completamente de mi. Mi respiración era irregular, y estaba a punto de colapsar en un ataque de ansiedad.
-¿Que hacemos ahora?- Pregunté comiéndome las uñas.- La cuidad ya no es segura.-
-Lo se.- Dijo Kevin igual de estresado que yo, unos minutos nos mantuvimos en silencio, Kevin tenía esa cara que siempre pone cuando está concentrado y pensando en algo, y luego levantó la mirada, como si tuviera una idea.- Junta todo lo que puedas en las mochilas de papá, nos vamos a Atlanta.- Dijo con decisión y como yo no había pensado nada mejor, obedecí.
Media hora después, teníamos algunas mudas de ropa, comida, agua, y cosas necesarias para la supervivencia, empacadas en las enormes mochilas de viaje de papá, cada uno cargaba con una, y aunque eran increíblemente pesadas, debíamos llevarlas, o no podríamos sobrevivir allí afuera. Obviamente, papá no tenía auto, así que debíamos hacer el camino hasta Atlanta caminando, y sería realmente largo. Aún no entendía porque no podíamos ir a Houston, tomar un autobús y simplemente irnos, pero cuando salimos de nuevo, entendí todo.
La nueva vista que tenía de la ciudad era algo perturbador. Los enormes y bonitos edificios de Houston eran opacados por un humo intensamente negro, causado por un incendio. Pero eso no era lo peor, lo peor era que a lo lejos, se podía ver gente, que salía de la ciudad, pero no eran precisamente humanos, se los veía verdes, pálidos, parecían muertos, pero estaban caminando.
-Esto no puede ser.- Dije mirando a mi hermano.- ¿Muertos vivos?- Él asintió en silencio, y todo en mi cuerpo tembló.
-Los policías nos explicaron que ellos comen carne, carne humana.- Aclaro y mi mandíbula casi llegó al suelo.- Te arrancan la carne cuando te muerden, eso hace que comiences a delirar de fiebre, pierdes mucha sangre, la infección recorre todo tu cuerpo, al final mueres, y te conviertes en eso.- Dijo y todo parecía ser una película de ciencia ficción.
-Pero ¿Ellos recuerdan algo?- Pregunté con la voz temblorosa.
-No, están muertos, lo único que hacen es caminar y comer.- Me dijo con voz grave.
-Tenemos que volver con mamá y papá.- Dije aterrorizada.
-Si.- Dijo asintiendo, luego tomo mi mano, y me entregó su cuchillo de caza, ese que tanto le gustaba, y el único que papá se había podido permitir comprar, lo puso sobre mi mano, y yo lo apreté con fuerza, como si fuera la última arma en el mundo.- Va a ser difícil. ¿Estás lista?- Preguntó viéndome a los ojos. Todos mis amigos, todo lo que había construido en Houston, mi vida, mi colegio, todos esos conocidos, esa gente que se preocupaba por mi, ya no había tiempo de buscarlas, de decirles lo mucho que los quería, y que en serio esperaba que nada malo les sucediera, todo eso que había logrado, todas mis metas, mis sueños sin cumplir, todo se esfumaba con el humo de los modernos edificios de la ciudad y me hacía un nudo en la garganta. Adiós a la normalidad. Adiós a mi vida. Adiós a todo lo que me gustaba. Adiós a mi pasado. Adiós a todo. Si aceptaba irme, ya no volvería, y lo sabía, sin embargo, estaba mas segura que nunca en hacer esto.
-Lista.- Murmuré decidida, entonces nos dimos la vuelta, ignorando por completo a Houston y empezamos a caminar hacia Atlanta. Desde entonces supe que nada volvería a ser como antes.
Nunca.
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Apocalypse| twd
FanfictionIsis logra sobrevivir milagrosamente al terrible apocalípsis zombie. Caminando sobre los huesos rotos de una sociedad devastada por el caos, experimentará situaciones que la llevarán al borde de su humanidad, al borde de la cordura. Porque la linea...