| 10.5 | Chapter | +18

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Existe cierto placer en provocar, ver como responden a las insinuaciones, de como puedes notar la tensión del cuerpo contrario a medida que la distancia se acorta, de cómo incluso la respiración se altera logrando que escape aire entre los labios entreabiertos. Notas en el ambiente cierta electricidad cierta carga que parece bailar en tu piel que la hace erizar de anticipación al sentir la calidez que desprende el cuerpo ajeno.

Horacio se sentía extasiado con el poder que sentía al ver como Volkov era tan receptivo a sus coqueteos, a su forma sutil en la que su toque afectaba al mayor, y aún más admiraba la fuerza de voluntad que el pálido poseía, y que en esos momentos mantenía el cuerpo tenso, pero concentrado en su tarea, debían llegar pronto al departamento. Porque poco a poco ese control comenzaba a resquebrajarse. Y Horacio sonreía ante ello.

Cuando el automóvil al fin aparcó en el estacionamiento, la mano que hasta entonces había estado firme sobre la manija de cambio se colocó con facilidad tras la nuca del menor, y con la misma fiereza con la que sostuvo antes la palanca de cambio, atrajo el rostro del menor al suyo, para poder besarlo. Las bocas se unieron en un beso desesperado, en un reclamo, quizá incluso en una advertencia, ahora él podía devolver esa misma provocación. Quizá por eso mientras la boca de este atrapaba el labio inferior de él en una sensual succión, la mano que lo sostenía deslizó por la espalda del menor delineando por sobre la tela la espina dorsal hasta llegar al nacimiento de la espalda baja, ahí donde la figura del menor se redondea, donde la palma se amolda a la forma del trasero de este y aprieta, sincronizado al hecho de que Horacio respondiese con morder el labio del otro. Ambos sienten la presión. Los jadeos que dejan escapar los apremia a moverse a un lugar más íntimo.

Cuando se separan, se sincronizan y comparten el mismo objetivo, llegar a casa del comisario. La noche es larga y ellos están ansiosos de estar a solas.

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El sonido de la puerta al bloquearse, pudo ser el mismo que el de una brida al romperse, porque toda aquella cordura y civilidad que ambos mantenían en mutuo acuerdo, sosteniéndose de las manos, como si con aquel agarre el control se mantuviese, aún cuando los minutos construían aquella densa tensión sexual que los iba envolviendo embriagando, no actuaron, pacientes o quizá solo consientes que dejarse llevar no existiría forma de detenerse luego.

Por eso cuando aquel "click" hizo eco en la oscuridad del apartamento que se iluminó de forma tenue de forma automática, el agarre se rompió, y todo la anticipación les hizo reaccionar.

El menor enlazó los brazos en torno a la nuca del mayor, este a su vez lo sostuvo desde la estrecha cintura, para ese momento las bocas se movían ansiosas, desesperadas por intercambiar aliento, por sentirse cerca, por saborear entre sí. La distancia entre ellos no existía mientras el menor salto para envolver las piernas en torno al pálido, y comprobaron que la provocación mutua ya los tenían afectado a ambos. Para cuando alinearon sus caderas ambos jadearon. Horacio apretó más el agarre con las piernas mientras Viktor, con un movimiento fluido lo llevó a estar contra la pared, teniendo así atrapado el cuerpo del menor, el cual sonrió a gusto desviando la boca hasta el arco del cuello del mayor, saboreando aquella piel pálida, que al contrario de la creencia de que quizá el comisario era un hombre frío, este desprendía un calor inusual cuando el menor mordió el área del cuello, para luego repasar la zona adolorida con la lengua. Viktor instintivamente movió la cadera contra él, aunque no tuviese experiencia en relaciones con otro hombre, su cuerpo simplemente reaccionaba al menor, como si aquel baile seductor entre ellos fuese algo natural. Era un simple proceso de provocación y respuesta.

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