Conway está por jubilarse y tiene una última misión. Para eso el Comisario Volkov, y el infiltrado en los bajos mundos, Horacio, deben trabajar juntos.
Ambos son tan distintos en todo sentido, donde uno es sombra el otro es luz. ¿O no?
Dicen que los bebés al igual que las crías de los animales, tienen una fisonomía perfecta para que se despierte el instinto de protección por quien los mire, por ello los humanos no son inmunes a lo tierno que parecen estos. Los ojos grandes, el rostro redondo, lo torpe que son en moverse y quizá lo pequeño que son.
La fragilidad que desprendía un bebé recién nacido produce a quien los mire una primera reacción de temer hacerles daño, la pequeña figura que apenas pesa más de un par de kilos, es como un mini humano, pero a la vez son tan indefensos, tan dependientes de sus cuidadores. Un bebé no puede sobrevivir solo.
Cuando se les informó que la bebé había nacido y se encontraba en la sala neonatal, Viktor se aferró con fuerza a Horacio, aún no había conversado con él su decisión de adoptar a su sobrina, y fueron tras la enfermera al igual que la familia Conway. Por ahora la madre no podía recibir visitas, aseguraban que necesitaba descansar.
No tardaron en llegar al pasadizo donde tras un pared transparente estaban un grupo de bebés, ni siquiera tuvieron que preguntar quién era la bebé, puesto que era la más pequeña, no sorprendía puesto que la contextura de la madre se reflejaba en ella. Y porque incluso podían ver el parecido de Volkov con ella.
— Se parece a ti. Bien podrías ser su padre.
Horacio le dio un codazo desde el costado, bromeando con él. Viktor en tanto recordó el primer recuerdo en el que vio a su hermana recién nacida, recordó a su abuela, recordó la felicidad de saber que Alexandra había llegado. Ahora cuando miraba a esa bebe era inevitable no querer dar todo por ella.
— Бабушка, на этот раз я все сделаю правильно.(Abuela, esta vez lo haré bien*)
La mirada bicolor centró su mirada en el rostro pálido de su pareja, pudo observar como en aquella mirada expresaba tanto, casi la misma mirada de ilusión cuando este le explicaba porque le agradaba cultivar plantas, o incluso más, era la misma mirada que le dedicaba cuando él creía que no se daba cuenta. "Es amor" pensó. Este sabía de la decisión de Alexandra, y supo que si bien ella no deseaba a la bebé con ella, la pequeña había atrapado a Viktor en su pequeña y rosada mano. No deseaba pensar de más, porque no sabía si incluso él podía decir algo.
— Svetlana, bienvenida.
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