Capítulo III: El reino de hielo.

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El soldado me observó atentamente. El sonido de varias conversaciones, mezclado con los pasos apresurados de las camareras de la taberna roja, se escuchaban de fondo. El olor a alcohol era intenso, el humo de las pipas que fumaban un grupo de ancianos llegó a mis fosas nasales y no pude evitar toser cuando uno de ellos se giró hacia mí para observar mi extraño uniforme. Suspiré, comenzaba a hartarme de sus miradas juzgantes, no era un bicho raro, al contrario, de allí era la más normal. Al menos, eso pensaba yo. 

Una muchacha, pequeña y de ojos verdes, se acercó a nosotros con una sonrisa. La analicé curiosamente, fijándome en lo tímida que actuaba frente al soldado real. Por aquellas acciones, reconocí que se trataba de Gala, un personaje secundario que la única función que tenía en la historia era ser el interés amoroso del protagonista. Apreté los labios cuando nuestras miradas conectaron, el brillo interesado de sus pupilas fue transformándose a uno más inseguro y le sonreí con nerviosismo mientras se sentaba al lado de Kambe, posesivamente. 

—¿En qué puedo ayudarte, chica extraña?—preguntó jugando con el vaso de cerveza negra que el tabernero le había entregado especialmente a él. 

Rodé los ojos al escuchar por milésima vez uno de sus apodos, había estado acostumbrada a ellos durante la lectura, no obstante, me resultaba más tedioso en persona. 

—Necesito volver a mi hogar...—contesté pasando mi atención por cualquier detalle del fantástico lugar, era prácticamente idéntico al escenario que había recreado en mi cabeza y me pareció fascinante.

—Oh..., ¿ Escuela San Blanco?—Gala leyó el escudo bordado de mi polo y frunció el ceño, intentando reconocer el lugar —Nunca escuché hablar sobre ese reino, los forasteros suelen llegar del reino vecino: el de la primavera, supongo que estará bastante lejos...

Mis labios se alargaron en una sonrisa triste, estaba demasiado lejos... Kambe le dio un suave codazo a su amiga en el momento que se dio cuenta de las lágrimas que se acumulaban en mis ojos y esta guardó silencio avergonzada.

—¿ Y cómo llegaste aquí? Tal vez así podremos averiguar el camino de regreso.—El soldado intentó calmar la situación y le agradecí desde el corazón. Odiaba llorar en público y, aunque lo aguantaba, saber que había una posibilidad de no poder regresar a mi casa me aterrorizaba. 

—Por culpa de un rayo.— Me analizaron con incredulidad y jugué con mis dedos un poco agobiada. No quería recordar cómo había muerto, pues mis pulmones quemaban de pensar en ello. Me froté el pecho nerviosamente.—Quisieron hacerme daño y al escapar caí en un lago. Antes de morir escuché como un rayo golpeaba el agua y me desperté aquí.

Intenté resumir lo mejor que pude el evento, incapaz de profundizar en Javier y sus intenciones. Creía que si no lo pensaba, aquel mal momento desaparecería de mi mente y, sinceramente, necesitaba que fuera así. Me sentía sucia al recordarlo y deseé no haber subido al vehículo. Así, tal vez, habría andado hacia el taller de Aarón para esperar a que terminase de trabajar y, subiéndonos en su vehículo, escucharíamos música de su vieja radio hasta que se hiciera lo suficientemente tarde para que mis padres no nos vieran llegar. Acaricié mi brazo, intentando darme calor a mi misma y evité sus miradas preocupadas.

—¿No eres de esta realidad?—Una voz femenina, algo grave y vieja nos sobresaltó. Alcé la vista, topándome en el camino con una anciana vestida con una capa marrón y deshilachada. Sus ojos negros, como si tuviera las cuencas vacías, me dieron un intenso escalofrío y asentí con algo de miedo.—Me dabas esa aura desde que llegaste a la taberna.

Sus dedos atraparon un mechón de mi largo y castaño cabello, lo acarició lentamente y como si estuviera haciendo magia, una pequeña parte se descoloró hasta alcanzar una tonalidad blanca. Abrí los ojos de par en par, asustada por el suceso, y me aparté rápidamente.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora