Capítulo IX: Dobles e historias.

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Juno no se encontraba en casa cuando llegué. Mi corazón estaba afligido, incapaz de asimilar toda la información. Mi mente viajaba desde el horrible encuentro con Javier hasta la historia de Blanca y Juno, dolía, pues, por una parte, me sentía aterrorizada por la amenaza que suponía aquel hombre en mi vida y, por otra, me resultaba impactante que dentro de mí se encontrase la joven soldado del príncipe.

Me senté en una de las sillas de madera y saqué la fotografía de mi bolsillo, observándola sin despegar la mirada. Juno parecía feliz, su iris verdoso brillaba con vivacidad y pasaba un brazo por la muchacha sonriente que vestía como un soldado. Acaricié la imagen, sintiendo mis dedos temblar. Una parte de mí deseaba recordar, golpeando mis entrañas con tantas fuerzas que noté las lágrimas acumulándose en mis ojos.

Estaba confusa y no podía evitarlo. Además, me pregunté para qué estaba buscando el diamante realmente. Hacía años que había muerto en batalla, tantos que nadie quedaba vivo. Ya no existía ningún motivo para regresar a aquel lugar y, aún así, lideraba un grupo para buscar el objeto mágico.

Acabé quedándome dormida del cansancio, mi mejilla atrapó la fotografía y dejé que las horas pasaran en el país de los sueños. Soñé que regresaba a casa, mis padres me abrazaron con fuerza y lloraron de alegría. Una pequeña sonrisa apareció en mis labios, notando la calidez de sus brazos y el intenso olor a hogar. En mi interior seguía pensando en ellos y mis recuerdos viajaban a todos los momentos bonitos: mi primer parque de atracciones en familia, los viernes de padre e hija, sus miradas orgullosas en mis actividades extracurriculares... Era imposible que mi marcha no les hubiera afectado en absoluto.

Desperté a la mañana siguiente gracias al sonido de unos caballos. Pestañeé varias veces, intentando adaptarme a la luz que entraba por la ventana, y me sorprendí al encontrarme en la comodidad de mi dormitorio. Me incorporé lentamente y la chaqueta de Juno resbaló hasta mis muslos. La tomé confundida, fijándome en la rosa que decoraba la tela, la abracé con fuerza y dejé escapar un suspiro. Necesitaba hablar con el príncipe, pero tenía miedo de sacar aquella conversación.

Me levanté para ir hasta su dormitorio, no obstante, el mayor había vuelto a abandonar la casa. Perdí la cuenta de cuantas horas estuve esperandolo, observando el reloj una y otra vez, por lo que, haciéndome a la idea de que no regresaría en un tiempo, decidí salir a tomar el aire.

Al contrario que de costumbre, las calles de la aldea estaban repletas de personas, estas se empujaban unas a otras para poder hacerse paso hacia el centro de una diminuta plaza y murmuraban en voz baja. Caminé con dificultad, movida por la curiosidad y, después de unos cuantos pasos torpes, conseguí llegar a donde sus miradas se dirigían.

Me detuve en seco al reconocer a los soldados de Kylan en el centro de una gran fuente. A sus extremos, una larga fila de campesinos se encontraban amarrados con cuerdas y las heridas de sus rostros daban a entender que habían peleado para no ser detenidos. Apreté los labios con fuerza cuando el príncipe de invierno bajó de su carruaje y no pude evitar recordar la muerte de Juno y Blanca.

Sus ojos se clavaron en los míos, penetrantes, junto a un sentimiento que no fui capaz de comprender, y caminó con seguridad a mi encuentro. La multitud se alejó aterrorizada e incrédula, admirando como el príncipe colocaba una de sus flores blancas en mi cabello y descendía sus dedos por mi mejilla. Esta vez no sentí las mariposas nerviosas en mi estómago, sino que por el contrario, estuve apunto de vomitar sobre su costoso traje. Pudo ver el odio en mi mirada, aún así, su sonrisa dulce seguía estirando sus labios.

-Queridos aldeanos-Su voz llenó la redonda plaza y contuve las ganas de alejar los dedos que acariciaban mis pecas-... Galagar y yo hemos decidido poner fin a nuestras diferencias, por lo que, esta aldea debe rendirse a nosotros en menos de un día. Por el contrario, no me quedará más remedio que someterla de forma violenta.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora