Capítulo XIV: Hogar.

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Las páginas del libro cambiaron conforme Juno y yo permanecimos abrazados en mitad de la fría noche, nuestros corazones latían al unísono, cómodos por las dulces caricias que dejábamos de vez en cuando y, por primera vez en mucho tiempo, conseguí descansar sin la necesidad de estar alerta de los peligros que nos rodeaban.

Jamás me había sentido así con una persona: cómoda como si estuviera tumbada en una nube y tan protegida que ya no tenía que asustarme. Juno era muy diferente y, aunque Aarón siguiera formando parte de mi corazón, comenzaba a darme cuenta de que estaba experimentando algo más que un simple enamoramiento por el principe.

Sus dedos acariciaron inconscientemente mi omóplato, atrayéndome más contra su cuerpo y no pude evitar sonreír mientras mi mejilla se aplastaba contra su pecho. Deseé que el tiempo se detuviera en ese instante, pero, como ya estoy acostumbrada, cometí el grave error de abrir los ojos. La sensación fue como despertar de golpe de un profundo sueño, ya no estaba acostada en la cama, Juno había desaparecido y, por el contrario, el césped me acarició las pecas de mis pómulos.

Pestañeé sin ser totalmente consciente de lo que estaba ocurriendo, mi vestimenta había cambiado y mi antiguo uniforme escolar se adhería a mi piel, totalmente húmedo. Me dolía el pie derecho, sin embargo, la molestia era lo suficientemente leve para andar sin dificultad. Caminé como un fantasma hacia el tronco de un árbol y, apoyando una mano en este, empecé a ser consciente de que mi realidad había cambiado por completo. La ansiedad se acumuló en mi garganta, busqué a Juno con el temblor atacando cada centímetro de mi cuerpo y una pareja de adolescentes pasó por mi lado como si fuera invisibles para ellos. Ambos tenían mi mismo uniforme y reían sin parar mientras cruzaban el bosque. 

Me congelé al darme cuenta de que había regresado a mi realidad, el viento me golpeó el rostro y mis piernas actuaron con desesperación, dispuestas a correr hasta mi hogar, junto a mis padres. Las lágrimas se acumularon en mis pupilas, una revuelta de sentimientos se instaló en mi estómago y  mis rodillas chocaron contra el césped de nuestro jardín. No podía creer que las personas que tanto había amado estuvieran tan felices, disfrutando de una elegante fiesta en el jardín frente a mi incrédulo campo visual. 

Nadie notó mi presencia mientras caminaba por la gran cantidad de los superficiales invitados, era invisible para cada uno de ellos y me alegré de ello en el instante que toda la información golpeó mi cabeza con rabia. Mis padres no me extrañaban por una única razón: yo ya había vuelto. 

La música clásica se fundió con los fuertes latidos de mi corazón, mi cabeza dio una punzada al observarme a mi misma disfrutando de la velada junto a mi madre y experimenté como algo se rompía en mi interior al percatarme de la felicidad de mi familia. Llevé una mano a mi pecho, sollozando cuando la nostalgia y el dolor se abrió paso en mis entrañas. Esa no era yo.

Me permití llorar como una niña pequeña mientras me arrodillaba frente a las piernas de mi madre y le pedía que se diera cuenta de que me habían robado la parte más importante de mi vida. Nadie se dio cuenta salvo la persona que compartía mi mismo aspecto. Sus ojos claros se clavaron en mí, provocándome un agobiado estremecimiento, y una sonrisa recorrió su boca con diversión. El horror se apoderó de cada centímetro de mi cuerpo y me levanté dispuesta a marcharme de allí. Su mirada me persiguió por todo el jardín, sonriente, escalofriante.

Mis pasos confusos se convirtieron en movimientos rápidos y desesperados, los invitados se divertían lejos de mi angustia y, corriendo desesperada por las frías calles de mi ciudad, choqué contra el hombro de una persona. Su brazo rodeó mi cintura antes de que me precipitase contra el suelo y nuestros ojos se fundieron en el instante que me agarré a su hombro para estabilizarme. Mi alma vibró gracias al iris verdoso del contrario, su cabello castaño estaba algo más rizado y moderno, mientras que su sonrisa y sus hoyuelos seguían siendo igual de encantadores.

—Juno...—Susurré mientras limpiaba mis lágrimas con rapidez.

—¿Juno? ¿Estás bien? Te veo un poco desorientada.—La preocupación fue abriéndose paso en sus pupilas y el agobio de que no me conociese estalló en mis venas.—Chica... Estás sangrando.

Mi vista viajó hacia mis esqueléticas piernas y me percaté de la sangre que descendía por mis muslos. La observé sin saber que hacer, demasiado perdida por la cantidad de acontecimientos que mi cerebro no era capaz de asimilar. El mayor apretó los labios sin saber muy bien como actuar y pasó una mano por mi cabello con la intención de tranquilizarme.

—Puedo llevarte a un hospital... o a una comisaría.—Se ofreció sin dejar de mirarme a los ojos.

—¿Qué día es?—Tartamudeé.

—Diez de noviembre.

El mundo cayó sobre mis hombros, mis rodillas regresaron al suelo y me agarré la cabeza cuando un fuerte pitido se adueñó de mis oídos. Jadeé del dolor, mi cuerpo palpitaba de sufrimiento y comencé a reproducir en mi cabeza eventos que mi mente había borrado por completo. Mis ojos viajaron al momento en el que Javier detuvo el vehículo en un punto perdido en el bosque, yo nunca ataqué con las llaves, ni siquiera escapé del coche. Por el contrario, mi propio cuerpo se quedó paralizado mientras me asesinaban en vida, mientras que me retorcía de dolor y le pedía entre llantos que se detuviera.

No lo hizo y me acuchilló al ritmo de los relámpagos que escupía la tormenta. Por último, una vez que dejé de respirar. Precipitó mi cadáver al fondo del lago.

—No es la mejor forma de que conozcas la realidad.—Una nueva presencia se posó a mis espaldas y reconocí la voz de Marga al instante. Juno parecía conocerla a la perfección y se alejó un poco para que esta se arrodillase a mi lado.—Intenté modificar tus recuerdos para que no sufrieras, sin embargo, el escritor lo quiere así... El destino es algo con lo que no debí jugar.

El aspecto de la bruja seguía siendo el mismo, su iris rojizo pasó por todos los hematomas que tintaban mi piel y me levantó la barbilla para que hiciera contacto visual con ella.

—¿Qué ha ocurrido con el equipo de misiones, Marga?—Mi voz sonó débil, preocupada por el estado de Juno y los demás.

—Están a salvo. Seguirán su camino a por el diamante, Juno quiere salvarte.—Susurró y acarició mi mejilla con dolor en su expresión.—Oliver es el alma de Juno, os hicisteis la promesa de encontraros en otra vida. 

El chico no parecía entender la situación, no obstante, su expresión mostraba una seguridad que sólo era propia de Juno. Me extendió la mano para ayudarme a incorporarme y apreté los labios con fuerza al pensar en el príncipe. Mi cuerpo, junto a mi alma, necesitaban tenerlo cerca. Saber que estaba bien y abrazarlo para calmar el miedo. Acepté su gesto y mis deportivas llenas de barro tocaron el frío suelo.

—¿Podremos reencontrarnos?—Le pregunté a Marga y me regaló una sonrisa llena de tristeza.

—Juno prometió que descansaría en paz el día que consiguiera cambiar el destino.

Una pequeña sonrisa cubrió mis labios y mi corazón se estrechó por el deseo de regresar a sus brazos.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora