Capítulo 21

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Como era de esperar, el más afectado fue Joaquín. No mostró ningún signo de sorpresa, ni horror, más bien de decepción, decepción hacia su madre. No sé qué pudo haber ocurrido después que aquel día que la descubrimos en el hotel de mala muerte donde se quedaba su padre biológico. Él no me ha contado si le dijo o preguntó algo.

La expresión indescifrable de su rostro me hizo sentir realmente mal. Joaquín estaba destruido. Y el hombre que contribuyó para su procreación, no era para nada alentador.

—¿Quién es? —insistió exigente.

—Vete —murmuró la señora Tania una vez más—. ¡Lárgate de aquí!

El mequetrefe volvió hacia ella y la fulminó con su tosca mirada. Se acercó más, pero papá no se lo permitió.

—No te atrevas a molestar a mi familia —le advirtió con los ojos echando fuego.

—¿Molestar? ¿Por qué? Yo solo quiero conocer a mi hijo —contestó socarrón.

Volvió hacia los chicos, y los miró con los ojos entrecerrados, quizás para agudizar su visión, o quizás porque el alcohol estaba haciendo sus últimos estragos. Se detuvo por más tiempo en Joaquín, tal vez reconociendo los rasgos que poseía de su madre, porque del hombre solo tenía el color de cabello.

—Pasen —ordenó papá.

Aunque queríamos saber qué pasaría, le obedecimos. Yago intentó jalar a Joaquín, pero este no se lo permitió.

—Soy yo —aseveró con voz firme.

—Joaquín —advirtió papá.

El hombre enclenque enfocó su mirada en mi hermanastro, sin expresión alguna, y bebió un trago de su botella.

—Sí, eres el vivo retrato de tu madre. Ya no me acordaba de tu apariencia.

Ese comentario me hizo recordar que se habían conocido cuando Joaquín tenía doce años por un motivo de urgencia.

La señora Tania tomó el brazo de su hijo.

—Joaquín, no tienes que hablar con este hombre; entremos.

—Quiero hablar con él —aseguró muy decidido sin dejar de mirar fijamente a su padre biológico.

—Hijo... —prosiguió papá.

Joaquín lo miró con ternura, como un hijo mira a su papá para tranquilizarlo, para decirle que todo estará bien.

—Está bien papá, puedo manejarlo.

Papá asintió y le palmeó el hombro, luego le lanzó una mirada de advertencia al hombre fastidioso.

—Gonzalo, no... —pidió su esposa.

—Entremos, Joaquín sabe lo que hace.

Aunque evidentemente la señora no estaba de acuerdo, accedió. ¿Por qué se negaba a que su hijo se encontrara con su padre biológico? ¿Por qué ese día buscó a ese hombre? ¿Qué ocultaba?

Nadie dijo nada cuando entramos. Papá y su esposa tenían una conversación pendiente, así que entraron a su habitación; Irene estaba preocupada por Joaquín, pero no podía hacer nada. Su papá llegó a recogerla con su hermano. Lola iba a quedarse con nosotras, así que subimos a nuestro cuarto. Mimí empezó a lagrimear, también se sentía mal por su hermano.

—Pobrecito mi hermanito —gimoteó.

Lola la abrazó.

—Ven aquí chaparra.

Yo tampoco podía estar tranquila, Joaquín me abrió su corazón tiempo atrás, incluso lo acompañé al posible encuentro que iba a tener con su papá... ¿Qué estaría pasando? ¿Qué pasado nos enredaba en una mala jugada?

CUIDADO CON ESE AMOR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora