Capítulo 22

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El año nuevo no fue tan bueno como navidad, pero aun así lo pasamos bonito. El 2020 ofrecía altas expectativas gracias a sus místicos números. Teníamos planes, sueños, y entre ellos, ingresar a la universidad. El tercer sumativo sería en febrero, y era nuestra última oportunidad de agarrar bacante. Joaquín prácticamente tenía su entrada asegurada, pero yo no, tenía que aprobar ese examen sí o sí.

Estábamos reunidos en el recreo, cuando Irene dio un gran salto después de revisar su celular. Había sido invitada a un importante desfile de modas en Lima. Prácticamente se pasó una semana en la capital. Cada día subía fotos de ella en la pasarela, y su número de seguidores aumentaba descomunalmente. "La pituca tiene madera para modelar", decía Kiara cuando revisábamos su perfil.

Cuando regresó a Trujillo, pasaron muchas cosas en un par de días. Joaquín se puso raro y pensativo. No lo supe hasta que la misma Irene nos confesó que iba a dejar la escuela para sumergirse en el modelaje, tenía pensado ser modelo profesional, y para ello requería ciertos sacrificios, como vivir en la capital.

Pude notar la tristeza que invadía a mi hermanastro debido a la reciente noticia. Ella era su novia de años, y la quería bastante. Me imagino que es difícil mantener una relación a distancia. Sin embargo, no tardó demasiado en reponerse.

La situación tampoco andaba demasiado bien en casa después de la aparición del padre biológico de Joaquín. Aunque papá y la señora Tania intentaban simular la tensión entre ellos, era inevitable no notarlo. Incluso con Joaquín. Hubo un día en el que él no fue a clases para encontrarse con su padre; me pidió que lo encubriese, pero su madre se enteró de todos modos.

—¿Dónde está Joaquín? —me preguntó en cuanto llegué a casa.

Sus ojos rasgados me miraban de una manera intimidante, y yo no era precisamente buena mintiendo.

—Se tardó en la pre —tartamudeé—; seguro ya llega.

Su mirada se hizo más ardiente.

—No me mientas Jasmine, ya sé que él no fue. ¿Fue a encontrarse con ese hombre?

—Señora yo...

—Habla con la verdad.

Me mordí el labio y bajé la mirada. Esa señora me ponía muy incómoda.

El sonido de la puerta abriéndose, y Joaquín entrando por ella, me puso más tranquila, aunque seguía nerviosa.

—Me encontré con mi padre —apuntó él mientras entraba.

La cara de la señora Tania no fue menos terrorífica que la de una bruja.

—¿Cómo dices? ¿Por qué?

—Porque hay demasiadas cosas que quiero saber mamá.

Él intentó subir las escaleras, pero su madre se lo impidió.

—¿Cómo puedes hacerme esto? —increpó molesta, o tal vez decepcionada.

La risa sarcástica de él me dio escalofríos.

—¿De verdad quieres que responda? —Se soltó de su agarre con brusquedad y subió presuroso las escaleras.

La mujer que echaba fuego me lanzó una mirada despectiva y se metió en su habitación. ¿Pero yo qué culpa tenía?

Fui a la cocina para preparar gelatina y un pan con pollo para Joaquín. Cuando se lo llevé, apenas me miró, él daba miedo cuando se molestaba. No le dije nada, solo dejé la comida en su mesita de noche. Estuve a punto de irme, pero me detuvo.

—No te vayas —pidió sin mirarme a la cara.

Me senté junto a él en silencio, y esperé a que tuviera ganas de decir algo. Le dio una mordida a su pan, y emitió palabra.

CUIDADO CON ESE AMOR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora