Capítulo 25

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No tenía derecho a sentirme así, ahí la mala era yo, la que se había metido en una relación de años; pero mi ser no quería entender, mi corazón no decía lo mismo. Fue inevitable no sentir miedo de perderle, aunque nunca lo tuve realmente.

Estaba segura que Joaquín la quería, no por nada estuvo tanto tiempo con ella. Yo solo fui una distracción, alguien con quien pasar el tiempo mientras la extrañaba.

No fui capaz de verlos por más tiempo, volví con la excusa de querer ir al baño, regresé prácticamente corriendo, y me escondí en un cubículo. No pude evitar las ganas de llorar, me mordí los labios y traté de impedir que mis sollozos fueran escuchados.

Yo tenía la culpa de estar así, sabía que tarde o temprano pasaría, pero decidí arriesgarme.

¿Qué estaría pensando Joaquín al no verme? Tal vez ni siquiera había reparado en mi ausencia y estaba feliz junto a su linda enamorada.

—Carnala —llamó Lola desde afuera—, ¿estás bien?

Me enjugué las lágrimas y asentí, aunque claramente no me veía.

—Sí —contesté magullada.

—¿Qué te pasó? Te viniste corriendo.

—Tuve ganas de vomitar —mentí.

Guardaron silencio por un momento; me imaginaba lo que estarían pensando.

—Jas, ¿no estarás embarazada? —Kiara preguntó de verdad preocupada.

—¿Qué bobadas dices carnala? —intervino Lola—. ¿Será del espíritu Santo?

—Ah verdad que Jas no tiene ni enamorado.

Me limpié la cara con papel higiénico y salí para escucharlas reír con ganas. Lola arregló mi cabello con cariño.

—¿Pos qué carnala? ¿Qué te pasó? ¿Te cayó mal el perro caliente que te aventaste?

—Creo que sí.

Kiara se metió un dulce a la boca.

—Es el poder de la tía veneno.

Salimos juntas las tres, no podía asomarme al portón, y como no quería ser demasiado evidente, traté de ir por las ramas.

—¿Yago ya se fue?

—Se largó con la pituca y tu hermanastro. Seguro se fueron a tu casa.

Era lo más probable. No quería ir allí, no podía aguantarme el verlos juntos. No podía darle la cara a Irene y fingir que todo estaba bien, no podía ser demasiado hipócrita.


Lo único que se me ocurrió fue pedirles a las chicas que alguna de ellas me alojara en su casa hasta la noche. No tuve que mencionarlo por segunda vez, Kiara nos invitó a almorzar. Le envié un mensaje a papá para avisarle.

Si no hubiese estado tan atolondrada pensando en lo que podría o no podría estar haciendo Joaquín, me hubiese divertido más con ese par. Se reían de todo, y hacían bromas por cualquier nimiedad.

Intentamos estudiar en la tarde, pero se quedó en eso: intentar. Fue imposible no echarnos en la cama de Kiara y mirar una película juvenil tremendamente romántica de canto a rabo. Casi en toda la película los protagonistas se la pasaban como conejos, no pude comprender la trama —si es que existía—, por eso prefiero el misterio y el terror.

—Yo a eso le llamaría ficción —siseó Lola—. No, no es así como lo pintan. Parece una copia barata de las cincuenta sombras de Grey.

Kiara se sentó sobre la cama.

CUIDADO CON ESE AMOR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora