Capítulo 26

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Me quedé congelada, no supe cómo reaccionar, solo aspiré su aroma y sentí su calor a través de la tela. Ni siquiera pude sostenerle la mirada.

Volteé para ver a Yago, estaba tan contrariado como yo, pero elevó los hombros y sonrió resignado.

—¿Qué haces? —le cuestioné a Joaquín.

—Solo bailar con mi hermanastra.

Le empujé para apartarme, pero me pegó más a su cuerpo presionando rudamente mis caderas. Sus actos no iban acordes con su inexpresivo rostro.

—¿Por qué no fuiste a casa?

¿Qué quería que le contestara el grandísimo tonto? Le miré directamente a los ojos esperando tal vez que me entendiera, que comprendiera lo que estaba sintiendo.

Movió sus pupilas con nerviosismo y tragó saliva.

—¿Por Irene? —apuntó.

Bajé la mirada dándole a entender que estaba en lo cierto. Si seguía así iba a morir calcinada, ya no lo soportaba ni un segundo más. Puse todas mis fuerzas para alejarme y esa vez él no opuso resistencia, me dejó ir.

Volví con los chicos que reían a carcajadas, quería irme de ahí, pero Lola estaba bailando con Tadeo.

—¿Y Joaquín? —me preguntó Irene.

No fui capaz de mirarla, solo le señalé la pista de baile. Se puso de pie y fue con él.

Las ganas de llorar volvieron a mí, me senté en la silla que había ocupado Irene porque las piernas se me aflojaron. Pude sentir la intensa mirada de Yago, ¿y si algo sospechaba?

Toqué el brazo de Kiara para llamar su atención.

—Vámonos, no me siento bien, tengo ganas de vomitar.

—¿Otra vez te maluqueaste? —Arregló mi cabello—. Está bien, voy a traer a Lola, espérame aquí.

Yago se sentó a mi lado y me dio un vaso con agua. Me acarició la cabeza con cariño y me sonrió.

Kiara regresó con Lola, pero Joaquín e Irene no regresaron, tal vez estaban bailando, o decidieron irse. Nos despedimos de los chicos, aunque Yago quiso acompañarnos, yo no quise, pero las chicas aceptaron. De pronto me dio ganas de ir al baño; les pedí que me esperaran.

El olor a tabaco inundó mis fosas nasales, cuando una chica más grande que yo, pasó por mi costado. No pude evitar toser, prácticamente me sopló el humo en la cara. Tuve muchas ganas de gritarle y desquitarme por lo mal que la estaba pasando, pero me contuve por miedo, ella no se quedaría callada y quien sabe cómo reaccionaría.

Después de toda una odisea llegué a los servicios higiénicos, estuve a punto de entrar, pero reconocí la silueta de Joaquín a un par de metros. Un poco dudosa me acerqué y me escondí detrás de una columna. Estaba discutiendo con su enamorada. La música no llegaba tan fuerte hasta ahí, y no sé si para bien o para mal, pero yo podía escuchar con claridad.

—¿Lo siento? —increpó Irene con lágrimas en los ojos—. Tenemos años de relación, ¿y tú solo dices lo siento?

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaban peleando? ¿Tal vez ella se había dado cuenta? Porque él no habría sido capaz de contarle, ¿o sí?

Algo hincó mi pecho, la situación no pintaba bien.

—No...no sé qué decirte Irene.

Ella se secó las lágrimas.

—¿Qué nos pasó Joaquín? ¿Fue por el viaje? ¿Fue porque me fui a Lima? —Hizo una pausa—. No voy abandonar mi carrera de modelo por ti Joaquín, es mi sueño, no puedo dejar eso por ti.

CUIDADO CON ESE AMOR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora