Debido a que los padres de Mimí no podían asistir a su presentación teatral, Joaquín y yo le prometimos que estaríamos presentes. El teatro San Juan quedaba en el centro; y fue allí dónde mi hermanita haría su presentación junto a sus compañeros.
La música andina acompañada con el magistral sonido de quena y zampoña, captaron la atención de todos los presentes. Bueno, casi todos; Joaquín tenía la cabeza en otra parte, seguramente en la llamada de su padre. Estaba tan pensativo y, sobre todo, indeciso. Aun no sabía si debía reunirse con él. Quise decirle que lo mejor era enfrentarlo y preguntar todo lo que quería saber. Pero también sabía que era algo que sólo él tenía que decidir, lo que su corazón le dictaba.
La suave voz del narrador empezó la función; las cortinas se abrieron, y nos mostró un escenario ambientado a la época incaica. Varias muchachas sujetas en las faldas del templo eran ofrecidas como ofrenda a su deidad, las bien llamadas: vírgenes del sol. Distinguí a Mimí entre ellas; saqué mi celular para fotografiarla.
—El Tahuantinsuyo —comenzó—, era gobernado por el Inca Pachacutec, y muchas jovencitas de las más altas clases sociales, eran las privilegiadas para ser parte de las vírgenes del sol.
Las lindas muchachitas llevaban túnicas de color blanco sujetas con un cinturón de oro, brazaletes y aretes del mismo elemento. Danzaron al ritmo de la vibrante música; unas parecían disfrutar de su nueva posición, mientras otras reflejaban en sus rostros bien cuidados, desdicha y frustración.
Miré de reojo a mi hermanastro, por momentos disfrutaba del espectáculo, y a veces se ponía pensativo y distante.
La encargada de cuidar a las escogidas, hablaba con voz potente y autoritaria. Les enseñaba los rituales sagrados al dios Inti(sol), y les educaba en distintas artes como canto y danza.
La función era espectacular, casi profesional. Era sorprendente el juego de luces que utilizaban, los fondos musicales, las vestimentas; y ni hablar de la actuación de todos los estudiantes. Interpretaron muy bien sus papeles. Sobre todo las que actuaron de las vírgenes sacrificadas como ofrendas. Me quedé maravillada.
Volvimos ya de noche, y las compañeras de Mimí vinieron con nosotros a casa para festejar su buen espectáculo. No dejaban de hablar y reír hasta por los codos. Les preparé algunos bocaditos mientras veían una película en la sala. Cuando subí al cuarto, me crucé con Joaquín al final de las escaleras, con los brazos cruzados y con la misma expresión que había mantenido últimamente. Bajé los hombros y expulsé aire por la boca.
—¿Ya te decidiste? —cuestioné con los ojos entrecerrados.
Asintió con parsimonia y con la mirada clavada en el suelo. Por como se veía supuse que se había decidido a no verle. De cierto modo lo comprendía, por muchos años viví pensando el porqué mi padre no se había hecho cargo de mí, ni quiso conocerme, incluso llegué a juzgarle y pensar que no quería conocerlo jamás. Pero él no supo nada de mí, ¿Y si algo parecido ocurría con el papá de Joaquín?
—Mañana por la tarde lo veré —dijo levantando la cabeza.
—¿De verdad? —pregunté sorprendida.
—¿Quieres acompañarme?
—¿Yo? —Me señalé. ¿Qué podría hacer yo en una reunión tan importante?
—Por favor.
Se veía tan vulnerable que me fue imposible negarme. Si él se iba a sentir más seguro con mi presencia, pues tenía que acompañarle.
Al día siguiente después del CEPUNT nos fuimos al hotel dónde el padre de mi hermanastro estaba alojado. Nunca lo había visto tan nervioso ni ansioso, ni siquiera en el primer sumativo.
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CUIDADO CON ESE AMOR ©
Teen FictionLas decisiones para un adolescente puede ser fácil y complicado. Los sentimientos pueden jugar en contra, y las consecuencias pueden ser fatales. Jasmine lo sabe muy bien...