Capítulo 18

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Me desenvolví del cobertor torpemente e intenté levantarme, pero al hacerlo perdí el equilibrio y caí al suelo de golpe.

—¡Ay! —Me sobé las nalgas.

Mi caída y grito levantó a Joaquín. Se levantó a duras penas y me miró ceñudo.

—Jasmine —balbuceó con voz ronca—, ¿qué te pasó?

¡Eso quisiera saber! ¿Qué me pasó, y como llegué aquí?!

Me puse de pie con dificultad, el cuerpo entero me dolía a morir y las dudas invadían mi cabeza.

—¿Qué pasó? ¿por qué desperté en tu cuarto?

Él ladeó la cabeza como si intentara recordar.

—Te dormiste en mi cama porque viniste a...

Creo que intentaba buscar las palabras adecuadas, pero solo aumentaba mis nervios.

—A... —insistí tensando la mandíbula.

—A expulsar toda la toxicidad de tu organismo.

—¿Mmm? —inquirí con el ceño fruncido.

—A vomitar, viniste a mi cuarto a vomitar.

—¿Qué? —Me cubrí la boca con ambas manos.

—Estabas muy borracha, te levantaste de tu cama y me despertaste tocando mi puerta con desesperación, creo que lo confundiste con el baño; y al notar tus intentos de arrojarlo todo en mi cara te llevé a mi baño y ahí... bueno, ya sabes, entonces fui al botiquín a buscar alcohol y cuando regrese estabas como piedra en mi cama...

Mi lengua se enredó y me quedé sin habla. ¿Todo eso hice en mi estado de ebriedad? ¡Qué vergüenza! ¡Tierra trágame! Pero... ¿por qué me dejó dormir en su cama?, y ¡¿por qué durmió a mi lado?!

El debió haber notado mi cara de incertidumbre, así que prosiguió:

—Me quedé junto a ti porque al intentar cargarte te despertaste y empezaste a llorar.

—¿Yo lo hice?

—De cabo a rabo, lloraste incluso con mocos, así que intenté consolarte y como era tarde, seguro me quedé dormido sin darme cuenta.

Hice el ridículo de mi vida. Reitero mi promesa de jamás volver a beber nada que contenga alcohol. Ni siquiera me imagino haciendo todas esas locuras que narra Joaquín. Estoy tan avergonzada...

—Gra-gracias —tartamudeé presa de la vergüenza. Caminé con dirección a mi cuarto; todo mi cuerpo olía suciedad y lo sentía pegajoso. ¡Necesitaba un baño urgente!

Estaba a punto de atravesar la puerta, cuando Joaquín me sorprendió haciéndome dar un salto.

—¡Jasmine, mi mamá y Mimí están llegando!

Me costó reaccionar, hasta que entendí el mensaje. Ni siquiera me di cuenta cuando corrí hacia la sala para advertir el desastre que habían causado los chicos. ¡Todo estaba patas arriba! ¡Literal! ¡Parecía un basural!

A la velocidad de la luz Joaquín y yo empezamos a limpiar toda la sala, barrer, trapear, aspirar los sillones, echar ambientador... Todo con los nervios de punta. Cada minúsculo sonido nos hacía saltar de miedo pensando que se trataba de mi madrastra.

—No más fiestas en la casa, ¿de acuerdo? —Me eché mechones de mi cabello hacia atrás.

—De acuerdo.

Ni bien finalizó de pronunciar esas palabras la cerradura comenzó a abrirse.

—¿Qué hacemos? —Mis manos estaban sudorosas.

CUIDADO CON ESE AMOR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora