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La exclamación alertó a Jisoo de la escena que se avecinaba.

Clavó la mirada en el rostro de Jennie en el preciso momento en el que descubría la verdad. Su rostro partió con un reflejó de una mezcla de desconcierto y negación.

–¿Cómo es posible?

No siendo consciente de que había hecho la pregunta en alto, Jennie esperaba una respuesta en su mente, pero su cerebro había dejado de funcionar.

–¿Faltaste al colegio el día que explicaron lo de las abejas y las flores? – Jisoo se arrepintió del comentario en cuanto escapó de su boca, pero el sarcasmo era uno de sus mecanismos de defensa.

Jennie volvió a la realidad de una sacudida y le lanzó una mirada incendiaria.

¿Eso la convertía en... la madre de su hija?

Aunque le pareciera imposible, tenía la certeza de que era verdad. Miró a Jisoo y luego a la niña; de nuevo a la madre, que desvió la vista con expresión de culpabilidad.

–¿Jisoo Kim?

Su voz hizo que a Jisoo se le erizara el vello. –Solo Jisoo– la corrigió. Y le miró nuevamente.

Al instante, se imaginó desabrochándole la camisa y dejando al descubierto sus pechos y su espectacular abdominal. Tomó aire y borró la imagen.

–Tenemos que hablar –dijo Kim con una mirada penetrante.

Asintió, mortificada, pero le salvó la aparición de un ujier uniformado que conducía a los invitados rezagados al comedor. Consultando el mapa, pidió a Yoona y a Jisoo que lo siguieran.

Lo último que vio Jisoo de Jennie antes de ocupar su puesto en la fila que iba recibiendo la feliz pareja, fue su negro cabello y su gesto de irritada determinación.
 
 
  

      

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La comida se hizo eterna, pero en cuanto se presentó la oportunidad, entre dos de los discursos de enhorabuena, Jisoo buscó una salida de emergencia y escapó al vestíbulo.

Entonces vislumbró su inconfundible cabeza de cabello negro a la vez que un camarero le acercaba una bandeja con champán. Con un gemido de ¡No, por favor!, que llevó al camarero a pasar de largo, Jisoo se mezcló entre la gente para intentar poner la mayor distancia posible entre ella y la extranjera.

Atravesó la primera puerta que encontró y se halló en una sala acristalada en la que solo había un hombre mayor con la nariz roja, dormitando en una soleada esquina, y un pianista tocando en un rincón. Este le sonrió a la vez que se llevaba con una sonrisa un dedo a los labios como señal de silencio.

Jisoo le devolvió la sonrisa y dejó a su hija en el suelo a la vez que hacía girar la cabeza para liberarse de la tensión que se le había acumulado en el cuello.

HEIRSS - Jensoo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora