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Jisoo... La cosas con ella iban mejor de lo que podía haber soñado. Solo había algo que lo desconcertaba, y era que, en tres ocasiones, ella había susurrado Te quiero. Jennie asumía que no eran más que cosas que se decían en el clímax de la pasión, pero aun así la inquietaba.

–¿Qué es eso? –preguntó Jisoo señalando un paquete de regalo.

–Ábrelo y mira.

Ella sonrió y lo abrió delicadamente para contener su excitación.

–¡Qué preciosidad! –exclamó cuando levantó la última capa de papel de seda y descubrió un maravilloso vestido de seda gris con pedrería formando dibujos geométricos que capturaban la luz– ¡Es propio de la Edad de Oro de Hollywood! –dijo con entusiasmo.

–Solo es un vestido.

Jisoo se dio cuenta de que bajo la sofisticada mirada de Jennie, su reacción debía de ser exagerada.

–No voy a poder ponérmelo –dijo, dominando su excitación.

–¿Por qué? –preguntó. Jisoo le había recordado a una niña abriendo los juguetes la mañana de Navidad.

Ella arqueó las cejas –¿Cuándo me has visto llevar otra cosa que vaqueros? 

Jennie la observó, pensando que le quedaban a la perfección.

–Esta noche tendrás la oportunidad de lucirlo. Llevas tres semanas encerrada y ya es hora de que salgamos.

–¿Me estás invitando?

–No. Es una orden. Ya sabes que soy una bravucona –dijo Jennie adoptando un gesto autoritario. Jisoo sonrió, encontrándolo encantador– Lo he arreglado todo. Soojin viene a cuidar a Nae. Supongo que te parece bien.

Soojin era una estudiante de Arte que asistía a Jisoo con las muestras de madera.

–Me parece perfecto. Tu hija la adora.

–Así que trato hecho esta noche nos arreglamos y cenamos juntas.

–¿Quieres comprobar si tengo buenos modales a la mesa? –bromeó Jisoo– ¿Necesitas asegurarte de que soy socialmente aceptable antes de firmar?

Arrepintiéndose al instante de haber introducido el tema que parecía siempre suspendido en el aire sin que jamás lo nombraran, se ruborizó y desvió la mirada.

–No he tenido la oportunidad de lucirte. Y, si no me equivoco, es tu cumpleaños.

–¿Cómo lo sabes? –preguntó ella, abriendo los ojos desorbitadamente. 

Jennie pensó en el informe que se había bajado en el ordenador y que, tan inesperadamente, le había aproximado aún más a ella. En lugar de mencionarlo, contraatacó –La cuestión es por qué no me lo habías dicho.

Jisoo tenía que admitir que estaba expectante y que la idea de arreglarse e ir a cenar con ella era de lo más tentadora. Ya no podía mentirse, se había enamorado de Jennie. Y la posibilidad de que sus ojos se iluminaran al verla hermosa, si no de amor, al menos de deseo, le resultaba excitante.

Era una mujer realista y sabía que aquella relación solo podía funcionar si se mordía la lengua. Afortunadamente, las pocas veces que había expresado sus verdaderos sentimientos, Jennie no había podido entenderla. Pero en el futuro tendría que ejercer un mayor control sobre sí misma.

–¿Dónde has pensado que vayamos? –preguntó, mientras se contemplaba en el espejo colocándose el vestido delante del cuerpo.

–A Gamgnam. Bueno, a las afueras al Dornie.

–¡Al Dornie! –Jisoo no era ninguna especialista en gastronomía, pero todo el mundo había oído hablar de aquel restaurante. Era imprescindible tener buenos contactos hasta para ser admitido en la lista de espera.

–Tengo un avión preparado. Podemos volver a las doce, si es lo que quieres. Y no me mires como si fuera un hada madrina.

No era un hada madrina, pero sí una bad girl millonaria, aunque Jisoo había tenido que replantearse muchas de las cosas que había asumido en el pasado. Por ejemplo, la idea de que fuera una completa jugadora.

Se miró de nuevo en el espejo con melancolía. La idea de ponerse algo tan femenino era maravillosa.

–¿Estás hablando en serio?

–¿Crees que te mentiría?- pregunto Jennie ofendida

–No, la verdad es que no.

Jisoo se puso seria al darse cuenta de que, efectivamente, confiaba en ella plenamente. Bajó la mirada para contener la emoción que inundó sus ojos, y cuando volvió a subirla ya había recuperado el control de su expresión. Tenía mucha suerte de que Jennie no percibiera el instante en que se había dado cuenta de que la amaba. Y debía seguir así.

Había sucedido días antes. El día que había encontrado su cuaderno de dibujo y había descubierto todos los bocetos que había hecho de memoria de su rostro. Juntos, formaban una historia de amor y, al darse cuenta, había llorado como una niña. 

¡Se había enamorado a primera vista y ni siquiera había sido consciente de ello!

–¿A qué hora salimos?

En la pausa que siguió, Jisoo tuvo la intuición de que Jennie iba a decir algo especial, pero se limitó a contestar–¿A las seis y media?

–Pero tengo que preparar a Nae y...

–Yo me ocuparé de ella. Tú arréglate.

Jisoo aceptó la sugerencia con una inclinación de cabeza. Al llegar a la puerta se volvió y dijo–Es un regalo de cumpleaños maravilloso, Jennie. Muchas gracias.

–No es tu regalo de cumpleaños –Jennie vio la expresión de sorpresa de Jisoo y sonrió– Espero que el vestido te quede bien.

Le quedaba como un guante.

Jisoo se observó desde distintos ángulos. Era perfecto. Aunque había resultado ser menos discreto de lo que parecía. ¿Qué pensaría Jennie cuando la viera?

Volvió al dormitorio con el cabello recogido por un broche en forma de mariposa y elevada sobre unos altos tacones. 

Jennie la contempló en silencio durante lo que pareció un siglo. Finalmente, ladeó la cabeza y se limitó a decir–Estás muy guapa.

Jisoo no pudo evitar sentirse decepcionada por su falta de entusiasmo, lo que a su vez hizo que se irritara consigo misma. 

Deberías escribir "no te ama" doscientas veces, a ver si te enteras, se amonestó.

Al verla entrar en el dormitorio, Jennie había sentido que se le nublaba la visión y había tenido que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrancarle el vestido y hacerle el amor allí mismo.

La había observado como una estatua, luchando para evitar que se notara la forma en que su sexo se había endurecido. Debía de haber parecido una idiota cuando apenas había podido hacer un estúpido comentario de aprobación.

No podía comprender qué le había impedido expresar su deseo cuando hasta entonces lo había hecho abiertamente. La única razón posible era que no se trataba solo de deseo, sino... Sacudió la cabeza, negándose a dar forma a la palabra que flotaba en la periferia de su conciencia.

Por otro lado, era la madre de su hija y debía de ser lógico que se sintiera emocionalmente ligada a ella. Pero eso no significaba que...

Dando fin al debate interno con un exabrupto ahogado, sacudió la cabeza, fue hasta el mueble bar y se sirvió un brandy.

No significaba nada, se dijo, vaciando la copa de un trago.

HEIRSS - Jensoo G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora